Martín García Barbadillo

Jueves sí, jueves no

Martín García Barbadillo


Tablas

23/10/2023

Cuando pasa un tiempo sin experimentarlo, sin ser espectador, uno se olvida de las sensaciones que se disfrutan en un espectáculo en directo; no recuerda cuanta intensidad y emoción es posible sentir delante de alguien que se ha subido a unas tablas, se ha puesto delante del público, se ha sometido a su escrutinio y se ha vaciado, ahí, sin red. No hay trampa ni cartón, no existe el mundo de afuera, solo esa verdad.

Y este fin de semana con aires de inicio de temporada, el que esto escribe (y el que quiso ir, porque era bien barato), tuvo la ocasión de gozar de dos show, de esos de los que uno sale pleno como si se hubiese empujado un cuarto de lechazo y en paz como si hubiera paseado por un hayedo; ninguna de las dos cosas son pequeñas.

El sábado, La Parrala, ese lugar fantástico donde ensayan los grupos locales de teatro (hasta 35), estaba de fiesta (ayer también). Por la tarde ofreció una gala de payasas simplemente buenísima. En el pequeño y coqueto anfiteatro del centro hubo de todo, en un espectáculo que pasaba por alto modas, morales y ortodoxias de estos tiempos y plantaba en las, nunca mejor dicho, narices del público rock&roll en directo, cabaret, humor de golpetazos, monólogos, malabares, transgresión, circo… Todo cocinado en distintas capas de lectura para hacer mearse de risa a los niños y niñas y sacar carcajadas a padres y madres. El sitio es tan acogedor, tan de teatro, y el espectáculo tan bueno que uno se pregunta por qué no se convierte en una sala, una cosa pequeña, como las independientes de Madrid, con programación estable de la que poder disfrutar cada sábado. Igual si se crea teatro surge público, hábito… Conmigo pueden contar.

Y el otro espectáculo, el viernes en la Sala Gamonal, se llenó de la voz de Rodrigo Pérez Barredo, las guitarras de Paco Arana y el Boli y las palabras de la aristocracia de la poesía en castellano. Versos y flamenco, sentimiento y hondura para, sentado en un patio de butacas, palpar en esos poemas recitados el desgarro, la libertad, la lucha, el amor (y el desamor), el deseo o la pura vida contadas por unas guitarras y una voz igualmente rasgadas. Con ecos que le acompañan a uno luego de camino a casa y más.
Con ganas de más tablas, que no decaiga.

Salud y alegría.