Manuel Juliá

EL TIEMPO Y LOS DADOS

Manuel Juliá

Periodista y escritor


El futuro

07/04/2025

Escribo en el año 2060 de un calendario gregoriano que ya no existe. Soy un híbrido de neuronas e IA. Desde la parte biológica efluvios de nostalgia, amor u odio me invaden, contradiciendo el racionalismo social que considera pernicioso cualquier atisbo de individualismo. 
Soy estudiante. El General Dirigente de Educación me pide una investigación sobre la caída de Occidente. He visto mucha información audiovisual y en verdad que no he terminado de entender algo. Solo aparece un mundo en ruinas hijo del caos superado por otro ordenado hijo del orden. Sin embargo, en un vertedero de libros encontré ¿Por qué caen los imperios?, de Peter Heather y John Rapley, publicado en la segunda década. 
En su tiempo aventuró la caída de Occidente.  Entre 1800 y los inicios de este milenio, Occidente se expandió y dominó el planeta. Las economías desarrolladas pasaron a ser 50 veces mayores que el resto. Hubo una remodelación política, cultural, lingüística y social del mundo. El Estado nación, producto de la evolución interna de Europa, se convirtió en el referente de la vida política. Las universidades occidentales fueron modelos de los aspirantes a intelectuales de todo el orbe y, hacia finales del siglo XX, el planeta se entretenía con películas de Hollywood y fútbol europeo.
Entonces, de repente, la historia dio marcha atrás.
Después de la Gran Recesión de 2008 la producción de Occidente declinó del 80 al 60 por ciento, y siguió cayendo. Se disparó el desempleo juvenil, se complicó el acceso a la vivienda, las ocupaciones aumentaron, la clase media perdió poder adquisitivo y los servicios públicos se fueron deteriorando por el poderoso aumento de la deuda, tanto pública como privada.  Las bolsas de pobreza se enquistaron en suburbios llenos de inmigrantes incapaces de integrarse en la sociedad, no por causa de ellos, sino porque del Estado o lo que fue la UE no supieron ordenar los flujos exteriores. 
Occidente se dividió entre democracia y populismo apareciendo líderes autócratas obsesionados con mantenerse en el poder. La división de occidente fue su final. En todo caso el equilibrio del poder mundial experimentó un giro espectacular contra Occidente. EEUU huyó. Y la UE, carente de liderazgo, emuló al imperio romano en su caída: derrumbó sus murallas, sufrió una erosión interna y no tuvo clara su voluntad de vivir.