No sé si le temblaron las piernas por los reproches que le sacudieron en una tertulia de ultraderechistas o por la portada de un periódico conservador, como pregonan los discípulos del sanchismo. Tampoco tengo claro si se le apareció en sueños el apóstol Santiago y le dijo: «no te fíes de los trileros». El caso es que Alberto Núñez Feijóo ha ganado una vida tras no pactar con Pedro Sánchez lo de la renovación del Poder Judicial. Sus votantes y sus medios afines le hubieran hecho corresponsable de convertir la sedición en poco más que una algarada callejera y de ponerle ojitos a los cambios en el delito de malversación. Puede que incluso le hubiese salpicado el escándalo que se ha montado con lo de la ley del 'solo sí es sí'. Asunto este que amenaza con mantenernos entretenidos durante unas cuantas semanas, a no ser que la ministra de Igualdad decida asumir responsabilidades y reconocer que ni ella ni sus conmilitonas están preparadas para el cargo. 

Lo que parece claro es que el presidente del Gobierno no la cesará. Sánchez necesita a Podemos para seguir en la Moncloa y eso está por encima de cualquier principio. Le imagino, eso sí, muy enfadado con Irene Montero. No por los errores de la ley, que él mismo defendió con entusiasmo, sino por haberle robado protagonismo. Con lo que podía haber presumido por su foto junto a los líderes del mundo mundial en Bali y resulta que la opinión pública y la publicada han puesto el foco en los violadores que salen a la calle antes de hora. 

La chapuza de marras no solo deja en evidencia a la lideresa morada. También a aquellos diputados (incluidos los de Ciudadanos) que votaron Sí a la norma. Y luego dicen sus señorías que están mal pagadas; si hasta el alcalde de cualquier pueblo se lee los bandos antes de publicarlos. Y además, lo hace sin cobrar.