Los cuentos son historias que van pasando de generación en generación, de boca en boca y por ello van cambiando en contenido ya que son historias oídas e interpretadas al interés de su relator. Pues bien, con esto, yo voy a contar a mi manera un cuento de Navidad.
Érase una vez en una ciudad llamada Belén en Palestina hace muchos, muchos años, nació un niño al que pusieron por nombre Jesús, su madre María estaba casada con José, que no era su padre biológico porque María había sido embarazada por orden divina (Espíritu Santo encarnado en una paloma).
Hasta la llegada de la pareja a Belén, pasaron incontables adversidades hasta el momento del parto. Imaginaos a María a lomos de un burro, con frío y con dolores, la criatura estaba por llegar.
Belén, en aquellos momentos a tope de personal por ser días de empadronamiento, no tenía lugar para acoger a la pareja; insistieron para hacer ver la situación, pero no les quedó más opción que un establo compartido con animales. Y allí nació el infante. Llegaron astrólogos que estaban en viaje de investigación, panaderas y pastores para ver aquello nada corriente ver, como que un niño naciera en un establo. Y como siempre hay algún correveidile, la noticia llegó a oídos del rey Herodes y pensando éste, que siendo rey su poderío no podía ser eclipsado, mandó degollar a niños nacidos en esos días. El genocidio se produjo, pero la familia se salvó gracias otra vez a intervención divina.
Y pasaron años, siglos y llegamos a nuestros días. Pero esto ya no es un cuento sino la pura realidad.
Conocemos la situación de Palestina y aquél Belén por los ataques continuos de Israel. Sabemos que la población está al borde de la desesperanza por la carencia de la supervivencia básica. Podemos imaginarnos hoy a muchas María a punto de parir sin posada o establo porque todo ha sido destruido.
¿Algo que celebrar esta Navidad?