«El abuso del poder es una enfermedad, al parecer incurable del ser humano y, claro, que produce desorden». Salvador de Madariaga.
En 1933 tuvo lugar la Conferencia de Desarme celebrada en Ginebra. Era una de las múltiples reuniones de la Sociedad de Naciones para dar cumplimiento a los acuerdos del Tratado de Versalles, para conseguir el desarme mundial, una vez terminada la Primera Guerra Mundial.
He podido leer que nuestro representante, Salvador de Madariaga, realizó una propuesta encaminada a la pacificación mundial. La misma fue algo parecido a que si se pretendía acabar con los bombardeos aéreos, la única solución era suprimir la aviación militar. La propuesta tenía lógica pero la misma decayó. Tras años de reuniones, los integrantes de la misma seguían debatiendo en cómo conseguir el tan deseado desarme -supongo que todos estaban de acuerdo en el ajeno, pero no el propio-.
Y así seguimos, sin ponernos de acuerdo en cuestiones armamentísticas, quizás por los intereses espurios que mueve este sector, incluidos los de los países que están a favor de la paz.
La tecnología bélica ha cambiado y avanza a pasos agigantados pudiendo constatar que, con apretar un botón, pueden borrar un país entero en menos tiempo que tomamos café.
Pero no sólo los bombardeos están destruyendo los países (Gaza, Cisjordania, Jordania, Líbano, Siria, Sudán, Ucrania).
La situación sicológica a la que son sometidos sus habitantes, la destrucción de centros sanitarios, de campos de refugiados, el aislamiento y la falta de alimentos que producen la hambruna salvaje contribuyen a la aniquilación poblacional.
No obstante, no podemos dejar de expresar nuestro más rotundo rechazo a la invasión de un país hacia otro, por motivos que, quizás se nos escapen por no conocer en profundidad su raíz.
Me uno al poeta, y grito ¡Paz para todas las tierras y todas las aguas!