Ha costado, pero llegó. Diciembre ya está aquí. Atrás quedan once meses de este 2024 que pronto nos dejará y uno no puede dejar de sentir, al echar la vista atrás, cierta dosis de tristeza y melancolía entre sus pensamientos más personales al descontar las últimas horas para su recta final. Porque quizás sea cierto que éste no haya sido el mejor año de los vividos por un servidor, pero la verdad es que, el que nos dejará en breve, puede presumir perfectamente en su experiencia de haber albergado prácticamente de todo: un inicio de esperanza para el deporte ribereño luego cambiante y convenido a sonrisas y lágrimas en según qué barrios; un trasiego de primeras hojas del calendario con un claro cambio de prioridades en lo existencial para quien suscribe estas líneas; un macizo estival de meses centrales a orillas del Duero que traían de nuevo la visita de decenas de miles de visitantes a nuestra querida ciudad y comarca cuando el calor de las vacaciones veraniegas más apretaba; unas Fiestas Patronales jaspeadas de varias actividades novedosas en su hoja de ruta al reinicio del curso académico y, como no podía ser de otro modo por estos lares, un desarrollo del panorama político con más sombras que luces en su cómputo global.

Es por eso precisamente, querido lector que, apurando ya los últimos sorbos a este estertóreo 2024, y más ante unas fechas tan señaladas e icónicas por llegar, no puedo dejar de enviaros mis mejores deseos a través de estos cotidianos caracteres al mismo tiempo que preveniros de los excesos de las copiosas comidas, cenas y/o reuniones a las que haréis frente antes de echar la cancela definitiva ante la llegada del Año Nuevo. Y es que, bien sea junto a compañeros de trabajo, amigos, familiares o simplemente desconocidos, de lo que tratará el año entrante, al igual que la propia vida en sí misma, será de seguir caminando hacia el futuro. Por eso está bien aprovechar el momento, eso seguro, pero también hacerlo con prudencia, perspectiva y, sobre todo, con responsabilidad. Nos vemos en 2025.