Uno no ha sido muy futbolero nunca, pero es, sobre todo, de lo que son sus hijos. Y el mío pequeño es un fan desaforado de este deporte, de jugarlo hasta la extenuación y verlo hasta el dolor de retina. Así que, este mes con la Eurocopa, y hasta tres partidos al día, mi casa es una fiesta. Y tragándose uno duelo tras duelo (como dirían en la fascinante jerga deportiva) se ven cosas más allá de lo estrictamente futbolístico. Y, ¿qué quiere que le diga?, la conclusión es que la cosa ha progresado, y no poco, en digamos 30 o 40 años. Los estadios, por ejemplo, concentran a 60 o 70.000 espectadores separados del terreno de juego por… ¡nada!, cuando antes andaban enjaulados y a veces con fosos de separación de castillo con el césped. Tampoco se ven en el interior de las canchas rebaños de antidisturbios equipados para la guerra. Y no pasa nada.
Del mismo modo, la composición de los equipos, con multitud de jugadores (muchísimos) con orígenes árabes, subsaharianos o de cualquier lugar diferente al país por el que juegan da una visibilidad fantástica a lo que es hoy Europa le guste (o joda) a quien sea. Una presencia, en el propio equipo español, que se echa de menos en otros ámbitos de la vida.
Vale, hasta ahí lo bueno, pero junto a esto permanece vigente un aspecto viejuno, cutre y constante: sí, exacto, los jugadores de fútbol escupen todo el rato; a estas alturas, como vaqueros que mascan tabaco, como nadie más. Y, de acuerdo, hay cosas peores, pero es incomprensible e innecesario por muchas razones; la primera, el ejemplo que dan a los niños (flipados con el fútbol como el mío). Si existiera una causa fisiológica para este comportamiento (sequedad insoportable o lo que fuese) lo harían otros deportistas, pero no es así; no he visto escupir a Nadal nunca en esas chaquetas de cuatro horas que se mete en París. Y si les queremos considerar trabajadores, nadie en su desempeño profesional hace semejante gorrinada (¿se imagina a la empleada del banco, al panadero o un profesor plantándole un salivazo a los pies?).
Esto es como tantas otras cosas (los espacios masivos para los coches, el tabaco...) todos sabemos que en el futuro no ocurrirán, están fuera de época, es cuestión de tiempo. Siendo así, ¿por qué no nos lo ahorramos y lo suprimimos ya? Es muy fácil, tarjeta por escupir y Santas Pascuas. Nadie lo va a echar de menos y nos podríamos concentrar en comer pipas viendo a España tumbar un rival tras otro, tranquilamente. Tirando los cascos a la basura, claro está.
Salud y alegría.