Blanca García Álvarez

De aquí y de allí

Blanca García Álvarez


La España sencilla

18/07/2024

Compramos un fuet, una empanada enorme, un queso, pipas, patatas sabor jamón y unas cuantas botellas de tinto de verano. Teníamos los seis ingredientes necesarios para sobrevivir una noche de domingo de infarto. La logística del día se completaba con esa neverita azul que todos tenemos en casa -aunque no sepamos dónde-, mis cuatro amigos de siempre y unos cuantos abanicos.

En el descanso, con el 0-0, saqué el cuchillo para alimentar a los míos. La «mamma» me llaman en mi cuadrilla porque siempre les doy de comer, les consuelo en sus llantos y porque soy la mayor. Fuet en la izquierda, navaja en la derecha y a repartir. Mientras cortaba sentada en una de esas sillas blancas de chiringuito que se rompen en los peores momentos sólo podía ver a la España que más me gusta.

Con la bandera como unión y no arma, con mezclas de orígenes, capacidades y pensamientos, todos delante de una pantalla gigante del Ayuntamiento para ver rodar una pelota. Niños, mayores y medianos, con madres que reñían sus niños («chiguitos», se diría en mi casa), maridos abrazando a desconocidos por dos goles que nos hicieron campeones, pensionistas que salían después de mucho tiempo a la sociedad. Tanta gente, tan distinta, tan feliz y tan junta. Pensaba en los retratos de Hemingway en los toros, en el costumbrismo que se descubrió ante sus ojos y que después de mucho tiempo volvía a ver yo.

La España que me gusta, la unida, esa que me cuesta tanto ver en el día a día. La que se honra de sus victorias, que disfruta con el otro sin pensar quién será y a qué votará, si alguien le está mirando o si está cumpliendo la Ley de Protección de Datos. La que grita Olé, que saca el abanico y que corta un fuet en medio de una montonera de gente en el descanso de la final de la Eurocopa porque quiere alimentar a los suyos y a los desconocidos que le piden. La España sin prejuicios de ser antigua, demasiado moderna, tradicional, poco europea o vanguardista en derechos. La que se quita los corsés de tener que ser y disfruta siendo completamente única. La ganadora, pero sobre todo, la sencilla.