Quizá sean las primeras fiestas navideñas de las que tengo recuerdos. Corrían los últimos días de diciembre de 1970 y vienen a mi memoria tiempos de luz y color. Porque aunque traten de hacernos ver aquellos momentos como los de una España en blanco y negro, mis recuerdos, como los de muchos niños de entonces, son en color. Sí que es cierto que la televisión solo emitía en una escala de blancos y negros perfectamente reflejados en la carta de ajuste, pero las casas estaban llenas de fantásticas gamas de color con aquellos esplendentes espumillones y luces intermitentes que decoraban no sólo el árbol sino también muebles y lámparas. Sin duda, la memoria me traiciona, pero recuerdo las luces de la ciudad más refulgentes que las de hoy y los escaparates más luminosos. Y qué decir del color en aquellas maravillosas felicitaciones de Navidad de Artis Mutis que empezábamos a escribir a comienzos de diciembre.

Hizo mucho frío esas navidades de 1970. Recuerdo cómo la ropa tendida por mi madre y abuela quedaban rígidas y congeladas y cómo acudíamos a las bolsas de agua caliente para soportar las gélidas noches. Y la cocina económica de carbón, cuyas escorias consumidas servían para fabricar las montañas de Judea de un belén en el que no faltaba la nieve espolvoreada con harina. Todos estos recuerdos se me han reavivado gracias al bellísimo libro Tal como fuimos. Burgos, 1970 de mi admirado compañero Manuel Cámara que está reconstruyendo la memoria sentimental de nuestra ciudad a través de sus publicaciones. No he podido por menos que leer los hechos que ocurrieron aquel diciembre, de los que sólo recuerdo, fehacientemente, el frío que, sin embargo, era bien tolerado gracias al cariño de padres y abuelos que enseguida nos endosaban la trenca de cuadros, los guantes, la bufanda y el pasamontañas, en aquellos días previos a la Navidad. Un frío que nunca llegaba a nuestros corazones infantiles en unos momentos en que comenzaban a trazarse nuestras primeras relaciones de amistad. Muchas navidades han venido después de estas en las que comenzábamos a vivir y todas han sido especiales, pero sin duda ninguna de ellas las ha mejorado. Desde la nostalgia del remoto, perdido y quizá idealizado ayer les deseo una Feliz Navidad.