Hacía mucho tiempo que no pasaba por la calle y me quedaba parada delante de un cartel, así que cuando me sucedió, y además era delante del cine, no me lo podía creer. Una escena cotidiana y agradable en un jardín, verano, niños y una pequeña piscina con trampolín en una época previa al teléfono móvil, todo extremadamente agradable y evocador si no fuera porque el horizonte es de un color negro profundo. Todo lo que sucede más allá de los límites de esa escena idílica es el abismo. Y un nombre: Jonathan Glazer.
No me hizo falta nada más para comprar las entradas el día del estreno de la película, sin mirar una sinopsis, y menos mal que no lo hice, porque si me la llego a leer igual no las compro. Candidata a los Óscar y en boca de todos esta semana, La zona de interés nos cuenta la historia del director de Auschwitz y su familia, horror. Pero se la debía a Jonathan, el mejor realizador de spots de publicidad de todos los tiempos, gran culpable de que eligiera mi profesión después de ver aquel anuncio de Sony Bravia en el que explotaban bombas de pintura de colores en unas torres residenciales de un barrio obrero abandonado, o en el que un chico y una chica corrían derribando paredes, trepando árboles y llegando hasta el espacio para enseñarnos que Levi's por fin había hecho unos vaqueros elásticos con los que tenías libertad de movimiento. Por no hablar de sus videoclips, de cuando pasábamos la tarde entera delante de la MTV, porque sí que era un canal de música, The Universal, de Blur; inolvidable homenaje a La Naranja Mecánica; el Karma Police, de Radiohead; Virtual Insanity, de Jamiroquay… si todo eso es suyo, aunque lo pasara mal, Glazer me iba a sentar en el cine a ver su peli del Holocausto a mí, que no he visto ni La lista de Schindler. Y menos mal que lo ha hecho, porque vaya peliculón.
Ni una escena gráfica, solo la familia Hoss, y la espeluznante banda sonora de todo lo que sucede fuera de su pequeño mundo confortable desde el que se toman las decisiones más crueles que se puedan imaginar. Porque la violencia desde la rabia, el dolor y el hambre cabe en nuestra imaginación, pero el genocidio mientras se cortan flores es el terror en su máxima expresión.