Arranca enero y lo hace, como de costumbre, con una lista interminable de deseos y anhelos en lo personal para cada uno de nosotros. Comenzar a ir al gimnasio, bajar alguno de esos kilitos de más que estas fechas tan especiales nos dejan de manera bastante poco menos que imprevista, la planificación de viajes, vacaciones y nuevos proyectos… Sea como fuere, el caso es que este primer mes del año se caracteriza por la buena voluntad de las personas. También en el mundo de la política, ya que aunque se pueda hacer la gracia con eso de que fue el año anterior, hace todavía menos de una semana que desde el Ministerio de Transportes, Movilidad y Medio Ambiente se anunciaba que se volvía a dar un pequeño empujón a la finalización de la tan esperada Autovía del Duero (o A-11 como todos la conocemos).
Primero, con la adjudicación definitiva de las obras que se encargarán de dar continuidad al tramo que finaliza a día de hoy a la altura de Langa de Duero procedente desde Soria y que se encargará de conectar con la variante arandina a su paso por tierras burgalesas para dejar el 'lado oriental' de dicha infraestructura con poco menos que la unión de la capital de la extrema y dura castellana hacia Aragón por cumplimentar.
Después, con la irrupción en escena de la licitación de la redacción y modificación de los proyectos entre Castrillo de Duero y Quintanilla de Arriba; dividido en dos tramos independientes según se pone de manifiesto, sí, (límite provincial burgalés-Peñafiel, por un lado, y Peñafiel-Quintanilla de Arriba por otro), pero con una idea encima de la mesa a pesar de los 36 meses de plazo estimados por el ministerio para ello.
Toda una declaración de intenciones del departamento encabezado por el ministro Óscar Puente que esperemos que, al igual que lo mencionado al inicio de estas líneas, termine por llevarse a efecto y no pase por convertirse únicamente en eso, buenos propósitos.