Como teníamos poco con la polarización política que emputece el clima de convivencia, ahora surge un foco de enfrentamiento en el apacible campo español que es realmente preocupante. Porque si el sector primario las pasa canutas por diversos factores, desde los elevados insumos a la competencia desleal de terceros países, la burocracia coñazo de la UE o la sequía, lo que ya no tiene un pase es que un subsector ataque a otro. Divide y vencerás, la mentalidad cainita, traumas no superados... Vaya usted a saber, pero sorprende ese nivel de intransigencia. Así, habíamos visto que la iracunda persecución a la ganadería intensiva, y al porcino en particular, procedía de ecologistas de salón, activistas del animalismo y urbanitas en general, que creen que el medio rural es ante todo un lugar para pasear.
Pero ahora la acometida procede de otro colectivo, el de algunos bodegueros de la Ribera del Duero, que no quieren macrogranjas de cerdos en la comarca. O mejor dicho, propietarios de bodegas, que es distinto. Igual que unir palabras no siempre es redactar ni pegar pases, torear. Una vuelta más de tuerca que no se entiende, salvo que interese más la milonga del enoturismo, los spas y tal que producir vinos de excelente calidad, confundiendo lo accesorio con lo fundamental.
Sin subvenciones, a puro huevo, el porcino representa la punta de lanza de la ganadería española por su compromiso con la innovación, la calidad que facilita llegar a mercados exteriores y el bienestar animal real. Los cerdos comen piensos formulados para reducir las emisiones de nitrógeno, viven en naves aisladas del exterior para asegurar la asepsia, llegan antes a la edad de sacrificio, hay supervisión veterinaria constante... Aspectos recogidos en una normativa estricta para evitar molestias en el entorno de las explotaciones, incluido el tratamiento de purines. Que se lo pregunten a Marta Llorente, viticultora de la localidad burgalesa de Zazuar y también ganadera de porcino. Un ejemplo de la compatibilidad de ambas actividades en la persona, el tiempo y el espacio. Como ella dice, «en el campo cabemos todos». ¡Si de terreno vamos sobrados, pardiez!