En las campañas electorales, los candidatos dicen cosas y, ahora además con las redes sociales y otras vainas, hacen vídeos y teatrillos que quedan ahí para revisitarlos. Luego pasa el tiempo, los ves, y es cuando llega la gracia.
Tal vez recuerde a la que finalmente fue investida alcaldesa de Burgos, Cristina Ayala, en aquel vídeo bucólico primaveral en el que presentaba un proyecto de los grandes: la Ciudad de la Cultura y las Artes. Con una estética un poco como de haberse colado en un sitio abandonado (sé de lo que hablo), la candidata explicaba entre edificios ruinosos, en medio del bosque de Villafría, que aquello se iba a transformar en lo más. Literalmente sonaban de fondo pájaros cantando mientras la candidata no dejaba nada claro de qué iba el tema exactamente. Algo de la cultura, que siempre queda bien decirlo, pero nada de sustancia: que si vanguardia, que si experimentación, que si 25 hectáreas a disposición de los burgaleses...
En este rincón ya explicamos que nos parecía, además de difuso, una locura montar ese lo que fuera en medio del páramo y pensar que pudiera llenarse de hordas de devotos. Pero la alcaldesa lo dijo, se comprometió, y a la espera de acontecimientos andamos. Bien es cierto que en el pacto que firmó con Vox para conseguir la vara de mando (recordar que en votos y concejales ganó De la Rosa -como Feijóo en Madrid-) ya no aparecía el asunto, fulminado por sus socios. Pero Ayala manifestó al respecto que no se rendía y que, de alguna manera, el proyecto seguía vivo. El caso es que hace poco ha tenido una oportunidad perfecta para demostrarlo y la ha dejado pasar: en los presupuestos de 2024 no se dice nada de la Ciudad de la Cultura; no hay consignado ni un billete de cinco o una moneda de dos. Nada, y eso que (al menos en teoría) seguimos aspirando a la gloria cultural europea en 2031.
Yo ya me había puesto la camiseta de rayas de artista (la de la foto), conseguido una tarjeta de bus reluciente para acercarme hasta allí, comprado una cesta de picnic para almorzar en ese bosque maravilloso y había sacado brillo a mis gafas de pasta para ver bien todo ese derroche de arte y cultura, esas toneladas de vanguardia. Y de momento me quedo con las ganas. No me irá a dejar así, señora alcaldesa, después de aquella fantasía de vídeo. A la espera de una señal quedamos.
Salud y alegría.