Con júbilo hemos recibido, no sólo la comunidad universitaria sino todos los burgaleses, el compromiso del presidente de la Junta de Castilla y León para la implantación de los estudios de Medicina en la Universidad de Burgos si se da el consenso interuniversitario y las garantías de calidad necesarias. Se trata de una aspiración basada en unas necesidades formativas de nuestra región ligadas a una demanda real de estudiantes y de profesionales sanitarios de alto nivel más que evidentes. Con ello se haría realidad, en este 30º aniversario de la UBU, un deseo por el que todos los equipos rectorales, desde 1994, han venido trabajando y supondría la definitiva consolidación de nuestro máximo centro de educación superior. Aunque han sido muchas las inversiones institucionales en infraestructuras y equipamientos de distinta índole en nuestra provincia, creo que esta sería la más importante de los últimos 20 años, pues supondría un compromiso de financiación en el tiempo que esperamos sea suficiente. Los retornos previstos son inmensos. Por un lado, la llegada de alumnos a la ciudad que durante un tiempo se harían burgaleses de adopción y también la de profesionales académicos que desarrollarían sus carreras en esta urbe. Por otra parte, se reforzarían en colaboración con el consolidado Hospital Universitario de Burgos los proyectos de investigación biosanitarios que, además de su repercusión social evidente, contribuirían a mejorar la ya magnífica situación de la UBU en los rankings de la enseñanza superior.

Si la alegría es grande no debe ser menos el compromiso de responsabilidad que este reto nos impone. En primer lugar, para las instituciones burgalesas que no pueden ni deben actuar con cicatería al apoyar este proyecto desde sus distintos ámbitos competenciales. Y, en segundo lugar, para la propia Universidad que deberá trabajar con talento y con un amplio horizonte de miras a la hora de diseñar los planes de estudio, de obtener la mejor plantilla profesoral posible y de impulsar unas óptimas infraestructuras docentes e investigadoras. Estoy convencido de que el nuevo equipo que se constituirá tras las próximas elecciones rectorales, con un nuevo horizonte de seis años en su mandato, tendrá en cuenta todos estos aspectos entre sus objetivos estratégicos principales.