Dicen que no hay dinero. Bueno que no hay dinero para algunas cosas, porque para otras hay siempre. A mí me pasa, no lo voy a negar, que tengo mis prioridades, y por lo que sea, me cuesta más pagar unas cosas que otras.
Y parece que esto que me pasa a mí, también le ha pasado al ministro de Transporte, que le ha costado menos invertir en una estación innovadora en Valladolid que hacerlo en el Directo. Porque no es una cuestión de lo que cuesta, sino de lo que consideramos que vale.
No vayamos a pensar mal, que lo ha dejado claro, que no tiene nada que ver con que esta ciudad, precisamente, sea de donde es originario el hombre. Cualquier parecido, pura coincidencia. Lo ha hecho por necesidad, porque es el eje vertebrador que conecta Madrid con el norte de España.
Así que, mientras por estos lares nos piden que las mercancías que quieran ir al Mediterráneo den un pequeño rodeo por Vitoria, nuestros vecinos van a contar con la estación más vanguardista de España, al estilo del Bernabéu, ni más ni menos. Esto para dar servicio a 5 millones de viajeros, a quienes veremos pasar a lo lejos.
Vivimos en una realidad en la que reina el centralismo y nos olvidamos del resto, en la que obviamos a nuestros vecinos para potenciar lo nuestro y no trabajamos por todo el territorio, lo hacemos por nuestro ombligo. Parafraseando a Rajoy, «cuanto peor para todos, mejor. Mejor para mí el suyo beneficio político» y el que quiera entender, pues que lo entienda.
En fin, solo nos queda esperar, hasta que desesperemos, el enésimo informe de viabilidad que dé luz (u oscuridad) a la necesidad de un tren que devuelva la esperanza a una vía que quieren enterrar para dejarla en el olvido.