Inés Praga

Esta boca es mía

Inés Praga


La odisea de viajar en tren

06/10/2024

Y a hace tiempo que viajar en tren es una pesadilla por los continuos retrasos, averías e incluso motines a bordo, como en los barcos. Quizá Renfe se haya inspirado en La Odisea de Homero, el relato clásico del viajero que debe superar duras pruebas para alcanzar su destino como un héroe y ganar una recompensa. Así lo hizo Ulises en su regreso a Ítaca, su patria, y tantas fueron las adversidades que el viaje duró años. ¿De qué nos quejamos nosotros? 

Recientemente yo misma he protagonizado distintas odiseas (con minúscula) en el trayecto Madrid-Burgos que hago con frecuencia para, como Ulises, volver a casa. Y doy fe de que las experiencias fueron duras, de principio a fin, y pusieron a prueba mi capacidad de resistencia e incluso supervivencia (no exagero, que ya tengo mis años). El viaje comenzó en la estación de Chamartín, donde a su hacinamiento y caos habituales se unió un retraso de tres horas del que iban dando pistas poco a poco, como en los buenos thrillers. Un alma bondadosa me cedió un hueco en el suelo para sentarme y observar desde allí la pantalla, un hueco muy codiciado porque podía apoyarse la espalda en la pared. Cuando al fin anunciaron el tren, la turba se movilizó como si repartieran viajes al Caribe. Yo hice lo que pude.

El trayecto tampoco defrauda. He vivido dos largas paradas en medio de la nada sin ninguna explicación, con los pasajeros inquietos y empezando a escasear los botellines de agua ( de comer algo, ni les cuento). No estuve en el famoso episodio en que los viajeros rompieron las ventanas, pero casi. Y lo que nunca falla es llegar a Burgos, no en vano es la patria del Cid. Porque a las odiseas que ofrece la Renfe, aquí añadimos otra prueba homérica: tratar de pillar taxi en la estación. Yo recuerdo las carreras de cuadrigas cada vez que corro por el hall jadeando con la maleta y viendo cómo me adelantan las zancadas juveniles. Y casi nunca hay taxi, solo la soledad esteparia del entorno. Si, además del frío habitual encima empieza a llover, hay que abalanzarse (sic) al primer autobús que llegue, aunque no sepas dónde va. Yo un día fui a parar a la Carretera de Arcos, pero al final llegué sana y salva a Ítaca (perdón, a casa). 

Igualito que Ulises. O casi. Pero Renfe se escaquea de la recompensa.