El señor Carles Mulet, senador designado por las Cortes Valencianas, del grupo parlamentario de Izquierda Confederal, donde a su vez está integrado su partido político, Compromis, dice que hay que tirar la Pirámide de los italianos a toda costa por considerarla un elemento que contraviene la Ley de Memoria Democrática. El monumento, que en su día acogió los enterramientos de los casi 400 soldados italianos caídos en la batalla de Santander, está vacío desde los años setenta, en que sus restos fueron repatriados a Italia o llevados a Zaragoza.
Cierto es que fue inaugurado el 26 de agosto de 1939, coincidiendo con la victoria del bando sublevado en Santander y que lo mandó construir Franco. Pero la realidad es que es un pedazo de historia que algunos quieren enterrar, valga la redundancia, por completo. Nadie en la zona del Valle de Valdebezana ha protestado jamás contra su presencia ni ha solicitado su demolición. Pero desde Compromis parecen obcecados en lograr este objetivo, cuando al contrario, el alcalde de Valdebezana ve en la Pirámide de los Italianos un espacio de atracción turística, digno de ser conservado.
A juicio del regidor, más valdría poner en valor ese espacio, ahora esquilmado y víctima del expolio constante, y enseñar a los que por allí pasan cuál fue la historia de España y de ese lugar y qué representó. ¿Por qué borrar de un plumazo una parte de la historia? ¿No será mejor recordar una guerra que nunca debería de volverse a repetir? Si aplicáramos un símil, como el de la Ley de Memoria Democrática, a todos los monumentos que se levantaron en mor de muchas otras guerras, o que fueron obra de monarcas absolutistas, que hacían todo tipo de barrabasadas al pueblo llano, o de nobles familias que tenían sometida a la plebe bajo el yugo de sus impuestos y su justicia unipersonal, me pregunto qué quedaría en pie en este país.