Los resultados de las elecciones galas han mostrado que tanto Francia, como la propia Europa, están aún vivas y con conciencia de representar un proyecto político democrático, tolerante, integrador. Todo el continente respiró aliviado el domingo noche cuando supo que la extrema derecha había sido derrotada, que la izquierda era la ganadora de las elecciones.
Algunas conclusiones con relación a nuestro país: en primer lugar, que la derecha española está jugando de manera absolutamente irresponsable. Macron entendió que el auge de Le Pen suponía la voladura de la V República. Actuó como Pedro Sánchez: convocó elecciones tras los preocupantes resultados de las europeas. En Francia, la derecha clásica, gaullista, ha tenido claro que no podía aliarse con la extrema derecha, que esta era una unión contra natura en lo que supone filiarse con quienes tienen raíz antidemocrática. El cordón sanitario o republicano de la segunda vuelta ha sido un ejercicio de decencia y responsabilidad democrática. Eso sí es patriotismo. Ahora tendrán que encarar otros problemas de gobernabilidad y cohabitación, pero la institucionalidad, el respeto constitucional, los valores de Igualdad, Libertad y Fraternidad han sido preservados por encima de quienes quieren un insolidario neoliberalismo salvaje.
¿Y Feijóo, a qué juega en España? ¿Quién puede entender sus declaraciones tras los resultados franceses, como si él no gobernara con la ultraderecha? ¿Indigestión o está más gagá que Biden? Francia quiere para sí un modelo a la española, un gobierno de concertación progresista, parlamentario, que rompa la dinámica presidencialista -poco fiable- de Macron. Sin embargo, el PP, que podría participar de esa gobernabilidad, juega al boicot permanente del sistema -esta semana, ese agitador asacristanado, Miguel Tellado, se ha cargado el acuerdo para renovar la Junta Electoral acordado por Cuca Gamarra y el ministro Bolaños-. El PP, que sigue sin aclararse de su relación con el franquismo, ha optado por radicalizarse, por confundirse con propaladores de bulos impresentables, de persecuciones indignas, de un fango que les va a devorar. ¿Con qué cara va a explicar que el instigador racista Alvise le convoque, junto con Abascal, como si hubiera sucedido un cataclismo al perder Le Pen? El PP, lamentablemente, se ha convertido en un palmero de la ultraderecha, en un blanqueador de racistas. Tal vez en eso mismo…
El Nuevo Frente Popular ha mostrado el camino para la izquierda. Como también el nuevo coordinador de IU. Conciencia, inteligencia y activación. Sobre todo, compromiso. Veremos.