Martín García Barbadillo

Jueves sí, jueves no

Martín García Barbadillo


¿Es realmente necesario?

07/03/2022

De esto ya hemos hablado aquí. Hace tiempo se supo que el Ayuntamiento de Burgos tenía pensado solicitar la declaración de Bien de Interés Cultural inmaterial para los Gigantillos (y los Gigantones y los Danzantes, pero esos cuentan menos). Pues resulta que ya lo ha pedido. Ha remitido a la Junta, organismo encargado del tema, un tochazo de 668 páginas explicándoles qué son y qué significan estos personajes aquí. El objetivo de la iniciativa es, según han explicado sus promotores, «poner en valor» estos elementos. Cuando alguien dice «poner en valor», prevención. Y sobre todo, tratar de «blindarlos» con la mayor protección legal ante «veleidades futuras y los cambios que se pudieran proponer con el paso del tiempo». 

Varias consideraciones al respecto:
1. En primer lugar, no entiendo lo Bien inmaterial. Los Gigantillos son totalmente materiales, no como el flamenco o el silbo gomero que no se pueden agarrar. Empezamos mal. 

2. Cualquiera podría pensar que están más amenazados que el lince ibérico, cuando es todo lo contrario. Están en el top 1 del olimpo burgalés. Tienen museo propio, dos estatuas de bronce (cuando ellos mismos son más o menos estatuas), la gente se hace selfies con ellos por la calle... En fin, que están triunfando. Al mismo tiempo, se nos caen los tejados de las iglesias románicas, o las iglesias enteras. Igual esto último es lo que habría que mirar.

3. Blindarlos. Intentaré hacerme con el informe de casi 700 páginas para ver si recoge alguna información que hayan obtenido sus autores sobre planes futuros y «veleidades» para cambiarlos. A priori suena a chiste y hace gracia imaginar que, no sé, un alcalde o concejal de cultura de dentro de cincuenta años decida transformarlos en rey y reina del carnaval (no vamos a entrar en quién sería cada uno), los vista de corto y les haga mover sus caderas de madera a ritmo de batucada.

En cualquier caso, la suerte (y la instancia) está echada y recorre ya los lentos vericuetos de la burocracia. El mejor final que se me ocurre para esta historia es que sea concedido el BIC y los Gigantillos, amablemente, lo rechacen. Al fin y al cabo son dos sencillos personajes de campo y lo que les gusta es el calor de la gente. Con eso les basta. Salud y alegría.