Inés Praga

Esta boca es mía

Inés Praga


La máquina y yo

04/02/2025

Si Uds. me lo permiten, aprovecho la columna de hoy para contar mis tribulaciones con ese invento que se llama máquina. Y no me refiero solo a la era digital: antes de que esta llegara, a mí ya me temblaban las piernas con cualquier manual de instrucciones, ya fuese una lavadora o una televisión, porque no entendía nada; y no digamos con la fotocopiadora de la Facultad, que siempre se atascaba.

Asumo, cómo no, que la tecnología nos hace la vida más fácil, pero a mí me hace sentir idiota. Jamás me apaño con esas duchas modernas de los hoteles llenas de botones o los sofisticados aparatos de calefacción. Podría decirse que tengo con las máquinas una 'fiera y desigual batalla', igual que D. Quijote con los molinos de viento, con la diferencia de que estas no son producto de mi imaginación. 

Con esta incapacidad genética, ya adivinarán que los ordenadores fueron una prueba de fuego, aunque pronto me convertí en usuaria por exigencias de la docencia. Confieso, sin embargo, que sigo sin entender qué es el sistema operativo o qué significa 'nube', pero he salido del trance siempre con honor, pidiendo ayuda técnica a los alumnos cuando hizo falta. La humildad arregla muchas cosas: no en vano un genio como Woody Allen ya previó situaciones como estas en El Dormilón (1973). 

Tampoco me fue mejor con el coche, porque me ponía nerviosa el GPS y las máquinas para pagar en los párkings; y no puedo con Alexa y los asistentes virtuales pero, pese a tanta adversidad, siempre me he sentido dueña de mi vida y de mis acciones. Hasta que, ¡ay de mí!, empezaron a hablar de la Inteligencia Artificial y de las maravillas del ChatGPT (ahora hay otra versión china), esa aplicación que te hace al instante cualquier cosa que le pidas, incluida una columna. Desde entonces vivo sin vivir en mí porque, ¿se imaginan que le pido que me escriba la del próximo domingo y lo hace mejor que yo, que he dedicado toda mi vida al estudio? ¿Para qué valdría entonces el esmero y la dedicación que invierto aquí cada semana? 

Me consuela pensar que me entenderán, que no estoy sola. Si es Ud. un desastre como yo, bienvenido al club. Y si el próximo domingo ya no aparece esta columna, es que me han echado del periódico por inútil. Y, sobre todo, por contarlo.