No soy sospechoso madridista, ¡mi padre me libre!, pero he de reconocer que soy de Toni Kroos. Sí, lo admito. Me gusta y no puedo evitarlo por más que quiera. Hago mías las palabras del compañero Rubén Amón para decir que no me pondría una camiseta suya del Madrid. Jamás. Pero sí una que rece je suis Toni Kroos. Porque Kroos escuchó el miércoles sonido de viento en la pseudo Supercopa de Arabia. Y es para estar orgulloso.
¿El porqué? Se ve que dijo en su día que la falta de derechos humanos le impediría irse a jugar allí como tantos otros que han tomado el camino de los ceros en la cuenta.
Don Antonio, que ha mostrado su descontento por tener que ir allí a disputar el torneo que cada vez se parece más a los de pretemporada, no solo es elegante jugando al fútbol. También lo es cuando no se pone las botas, aunque el escudo que gaste sea el del peor de los rivales para el que escribe. Nadie más que yo querría que Don Antonio fuese un prepotente maleducado que sólo se preocupara por los dineros. Nadie más que yo querría tener motivos para detestar a uno de los principales culpables de que el Madrid lleve una década carburando al ritmo del alemán. Nadie querría como yo que fuese un energúmeno al que atizar. Pero no es el caso.
Don Antonio no se suma a la corriente de los dólares a montones libres de impuestos que hacen que hayamos tragado con que una satrapía que fomenta el terrorismo y colgar a los homosexuales nos compre torneos que eran nuestros.
No traga con que hayamos vendido al mejor postor nuestra Supercopa como tantos otros y supongo que no traga con que se justifique, como hizo el ahora apestado Rubiales cuando todavía lo sostenía el Gobierno, bajo el mantra de fomentar que los árabes cambiaran sus malas costumbres.
Don Antonio no traga con este neo fútbol que se parece poco al de sólo hace unos años. Como no tragaba Beckenbauer, al que también se le silbó el miércoles, por cierto. Un Beckenbauer del que unos muchachos antes del partido se preguntaban el otro día quién era, a lo que uno contestó: uno con carta de leyenda en el Fifa. ¡En el Fifa! Serán cosas de este fútbol post moderno a cuyo carro no se sube Don Antonio y tampoco el que escribe, aunque hayamos conseguido, entiéndase la ironía, que los jeques dejen a las mujeres conducir. Como decía otro Don como era Luis Aragonés, que del viejo fútbol sabía un rato: «Vayan ustedes a la mierda».