Si hay algo en la actualidad que al personal le vuelve loco eso son las series audiovisuales. Las hay para todos los gustos: históricas, de mafiosos, contemporáneas, basadas en obras literarias, futuristas, de aventuras y también culebrones cutres de los de toda la vida que ahora nos llegan desde Turquía y también de otros sitios más cercanos. Triunfan cada día en las plataformas online de pago y en la televisión convencional, hay grupos de fans que las comentan en las redes sociales y secciones dedicadas a ellas en prensa, radio y televisión. No se te ocurra decir que nunca has visto Juego de Tronos porque pasarás inmediatamente a ocupar un lugar en el rincón de los raros.
Tan marcada tendencia en el comportamiento colectivo no ha pasado desapercibida a los políticos de turno que parecen haber leído entre líneas que lo mejor para captar la atención del personal es convertir la vida pública en un gran culebrón. Hasta tal punto han logrado el éxito que el sufrido ciudadano ya espera cada día con ansia a que empiece el telediario para obtener una nueva entrega y saber cómo siguen los asuntos del novio y del asesor de la una, de la mujer del otro, de las andanzas del corrupto hombre de confianza infiltrado en el Ministerio o si dimite o no el presunto culpable de que el zorro entrara en el gallinero. Tampoco se olvidan nuestros representantes de proporcionar espectáculo a los muchos amantes de los monólogos, disciplina también muy en boga, que prefieren seguir en directo las sesiones parlamentarias donde se pugna por ver quién es más ingenioso e insulta mejor y con más gracia.
Resultaría hasta divertido si los protagonistas de la historia no fueran las personas en las que los ciudadanos hemos depositado nuestra confianza para que se ocupen de resolver los problemas que de verdad nos preocupan, que no son pocos, y que se agravan cada día mientras ellos se enredan en batallas únicamente dirigidas a llegar o mantenerse en la poltrona. ¿Será posible que no haya en este país políticos competentes que conozcan el significado de la expresión interés común? ¿Cuándo nos hartaremos como sociedad de observar el bochornoso espectáculo y decidiremos hacer algo para cambiar el guion?