Esta provincia pasa en verano (fugazmente) de desierto a resort turístico. Y ahí suceden algunas cosas de las que, tal vez, se podría aprender algo.
Vale, es claramente verano, y medio periódico (o más) se llena con lo que pasa en los pueblos. La ciudad de Burgos es de invierno, no sabe qué hacer en esta época consigo misma, no se encuentra, se diría que dimite. La gente, las noticias, todas las cosas imaginables se mueven a la provincia, escapan. Se acercan a la calle Miranda, toman el coche de línea y se bajan en la plaza de tal o cual pueblo.
Hay otros destinos vacacionales en el ancho mundo para los habitantes de estos pagos, está claro, pero (y esto es lo importante) todo lo que pase en las próximas semanas en este territorio lo hará entre casas de abobe y campos de cereal; ante laderas verdes, vacas y construcciones de piedra ancestral; junto a ríos custodiados por chopos que balancean sus copas al ritmo de la corriente, en alguno de los cientos de pueblos, de la Ribera a las Merindades, a los que la gente acude porque allí están sus raíces más profundas, no olvidarlo porque no es menor.
Todo transcurrirá en lugares que, seamos claros, han quedado al margen de la Historia, se han convertido en poco más que el escenario temporal de esta comedia estival que llena las calles, un poco artificialmente, a la espera del regreso del cierzo invernal, del vacío que cada año es un poco más hondo.
Pero nada de ponerse profundos, queda ridículo en pantalón corto y chancletas. De lo que se trata, el asunto que abordaremos en este rincón, es el siguiente: está claro que los pueblos se llenan en verano porque a la gente le gustan (puede que también porque sea barato). Es evidente que, más allá de estar de vacaciones, la vida que se desarrolla allí no tiene nada que ver con la de la ciudad, presenta otros matices. Pero, sin permitir discusión, se nos ha colocado la vida urbana (el paquete completo) como el incontestable progreso, sin preguntarnos si nos parecía bien o mal, o si teníamos alguna objeción o aportación para mejorar esa maravilla llena de supuestas ventajas (que muchas veces huele a timo). Y a eso vamos: en este rincón echaremos un ojo a lo que pasa en esos pueblos de Burgos por si se puede aprender algo, por si algún pequeño detalle nos hace darle una pensada a la vida que llevamos en la ciudad y a la que se podría llevar, a imaginar qué futuro nos gustaría (pero relajaditos, no asustarse).
Aquí le espero, con la silla fuera, a la fresca. Salud y alegría.