De que la política es implacable y en ocasiones cruel con las personas que a ella se dedican puede dar fe el burgalés Luis Tudanca Fernández, quien, poco después de enfrentarse al aparato del PSOE por la convocatoria de las primarias, hace dos días anunciaba su renuncia a optar de nuevo al cargo de secretario regional y, por ende, intentar por cuarta ocasión la presidencia de la Junta de Castilla y León.
En poco más de diez años hemos pasado de aquellos titulares de prensa como Tudanca gana para unir al PSOE, a los de: Se rinde el díscolo, Tudanca el primero en salir de la carrera, o Sánchez, en su purga de críticos, se deshace de Tudanca.
El todavía secretario regional del PSOE, tras considerar que su gestión de estos años ha sido un «modelo de éxito», ha dicho que se va por decisión propia, «nadie me ha obligado a irme», aunque semanas atrás se quejaba de supuestas campañas urdidas en Ferraz para desestabilizar su Federación y suspender la voz de la militancia. «La lealtad no es sumisión», apuntilló. En el bando de Sánchez durante los episodios más convulsos del PSOE, su momento de gloria le llegó en 2019 cuando, como candidato a la Junta y cabeza de la lista por Burgos, fue el segundo socialista en ganar unas elecciones en esta comunidad (tras el triunfo de Demetrio Madrid treinta y seis años antes), aunque no pudo formar gobierno tras el acuerdo entre el PP de Fernández Mañueco y el de Ciudadanos de Francisco Igea.
Tras su despedida, desde las filas socialistas se ha producido una cascada de elogios sobre este procurador de 46 años, con más de media vida dedicado a la política y ahora en expectativa de destino, del que sus más allegados -como su amigo De la Rosa-, han destacado su honestidad, integridad y generosidad. Panegíricos que en algunos casos tienen otras lecturas menos benevolentes.
La dirección federal de su partido le ha despedido con un seguimos juntos y el ministro vallisoletano Óscar Puente, uno de los que le empujó a cerrar la puerta desde afuera, le ha reconocido su trabajo de estos diez años y haber tomado una decisión que le honra, «pensando en el bien del partido». Tengo la convicción de que en las filas socialistas el paso atrás de Tudanca ha sido recibido con alivio, y no solo por los que querían un cambio de rumbo.