No era la intención seguir hablando de tabernas, pero claro, Pablo Iglesias abre una y a nadie le amarga un dulce. O salado. La Garibaldi. Nombre bonito. Simbolismos aparte, Garibaldi suena bien para un local, así que Iglesias se puede apuntar el tanto de haber acertado con lo primero que hay que acertar, el nombre.
Lo de hablar de taberna ya es otra historia. Si hay tostas de tomate seco, mojitos, daiquiris, y demás espirituosas más propias de resort de Cancún, ¿estamos seguros de que se trata de una taberna? Permítanme que lo dude. Y ante la duda, en esto de las tabernas, el oráculo era Amando, el Patillas. Si aparecía guiado por Google algún despistado a pedir un café con leche éste le contestaba: «Aquí no tenemos café, esto es una taberna». Y eso si le pillabas el día bueno. En el malo ya sabemos que te mandaba a tomar por donde la espalda pierde su nombre.
Por lo que primera duda resuelta. Lo de Iglesias no es una taberna ni tampoco él es un tabernero por muchos vídeos que se grabe fregando un cubierto, sí, uno, mientras reconoce que «el grueso del trabajo lo van a llevar otros compañeros».
La verdad es que el vestido de empresario capitalista reconociendo que la labor es de otros compas y que él está ahí para figurar le queda como anillo al dedo. Un consejo. Si abres un bar y nada más hacerlo ya estás pululando delante y no detrás de la barra, mal asunto.
Se ha cansado de citar el exvicepresidente a Kautsky estos días: «Las tabernas son el último bastión de la libertad del proletariado». No sabemos si es que lo ha descubierto ahora, pero tal vez alguien debería susurrarle al oído que él hace tiempo que dejó de ser proletariado.
La otra opción es que Iglesias haya tenido la fantasía con una cerveza de más que todos hemos tenido de chavales. ¡Deberíamos montar un bar! Y allá que ha ido a montarlo con su Fidel mojito, su Che daiquiri y su Durruti Dry Martini. Dice que para rojos nada más. Aunque no sabemos la tonalidad mínima exigida. Su antaño amiga y delfín Yolanda, por ejemplo, no creo que vaya a pasarse por ahí. Y menos ahora que quiere que cierren pronto.
Bienvenido sea al mundo de las tabernas o lo que quiera que sea la Garibaldi que Iglesias ha montado en Lavapiés, quién sabe si para refundar Podemos y hacer de ella su particular Casa Labra, hogar fundacional del PSOE, pero sin bacalao. Ahora que tiene tiempo y que su partido cabe entero dentro, tiene la oportunidad de hacerlo.