La fuerza más poderosa que existe, la que rige el universo, no es el amor, ni siquiera el odio, es algo mucho más grande. Sí, se trata de la burocracia. Esa entelequia controla el mundo bien en corto hasta el punto de que nada sucede si es su voluntad que no ocurra. Y si, además, aparece en escena aliada con la morosidad (ya sabe, la resistencia pertinaz a pagar lo que se debe) entonces es mejor quitarse de en medio o dejarse aniquilar y que todo acabe.
A esta situación pueden llegar dos encuentros culturales de la ciudad acorralados por una maquinaria que tal vez los funda. Según ha venido publicando este periódico, el festival musical Tribu y el Certamen Internacional de Coreografía Burgos-Nueva York, ambos con un puñado de ediciones a sus espaldas, se plantean no celebrar la del próximo año porque el Ayuntamiento no les ha pagado las ayudas que les aprobó. Los apoyos corresponden a varios años y se da la paradoja (burocrática, por supuesto) de que si no se ha cobrado lo de un año no se puede ingresar lo del siguiente porque primero «hay que cerrar el expediente» o no sé qué mandanga de la jerga administrativa. Muy loco.
Así las cosas, varias consideraciones al respecto:
En primer lugar, si uno es organizador de alguna movida cultural no debería contar con el dinero público para llevarla a cabo; pasan estas cosas. Los tiempos y los intereses de la administración no son de este mundo, es mejor hacer algo más pequeño con los recursos que se tengan y si cae algo, pues bienvenido sea.
Con respecto al Ayuntamiento, o la administración que sea, sería bueno que simplemente no prometiesen lo que no pueden cumplir. Ya sabe, la gente se hace ilusiones y luego se chafan. Además, deberían darle una vuelta a su relación con los pagos: podrían, por ejemplo, pagar. Abonar el importe de subvenciones o de lo que deben a los que realizan trabajos para organismos públicos de una manera normal, cuando se realizan. ¿O se imaginan ustedes que los funcionarios cobraran por su labor tres (o seis) meses después de realizarlo?
No lo veo tan complicado. Si los métodos actuales no funcionan, se cambian y ya está, ¿o nos vamos a pegar así toda la vida? Basta con recordar el siglo en el que estamos y aprovechar la tecnología que sí sirve para pagar impuestos. Yo mismo pude abonar el otro día, al propio Ayuntamiento, cómodamente desde mi casa, un recibo que me deja 321,67 euros más pobre, pero tranquilísimo por haber pagado. Una sensación que, valga la tontería, no tiene precio. Salud y alegría.