El pasado 6 de abril, Benito Bárcena y su familia vivieron 4 horas que no se las deseo a nadie. De esas que son una eternidad en la que todo se te pasa por delante, en que los nervios se disparan, el corazón va a mil y no entiendes nada. Una de sus hijas sostenía el gotero que le pusieron el médico y la enfermera del Centro de Salud de Villasana de Mena en el prado de Medianas de Mena donde sufrió un gravísimo accidente de tractor. También trataba de mantenerle consciente con diez costillas, una vértebra y el codo rotos... entre fuertes dolores. Su hijo y otros familiares le esperaban en el Hospital de Cruces, a 46 kilómetros. Pero la tarde se complicó extraordinariamente para sorpresa de profesionales que decían no haber vivido jamás una situación tan rocambolesca por mucho que desde Emergencias Sanitarias de Castilla y León insistieran en calificar de «correcto» el modo en que se evacuó al herido. Tardó 4 horas en llegar al hospital. La primera pregunta fue por qué le recogió un helicóptero de Rescate de Protección Civil de la Junta de Castilla y León cuando el de Sanidad podía haber llegado igual. La ambulancia no podía llegar hasta apenas unos cientos de metros del accidente. Ese era todo el problema. 

El helicóptero de rescate no puede volar a un hospital. Cosas del protocolo explicaron. Los protocolos muchas veces son incorrectos y hay que darles una vuelta. Repensarlos en beneficio de las personas, la prioridad siempre. El helicóptero llegó a Medianas a la hora y media, después volvió a Medina para bajar al herido y meterle en la ambulancia UVI móvil que recorrió 80 kilómetros de vuelta a Cruces. Nadie entiende porque esa ambulancia no se acercó a Medianas para que tras un pequeño vuelo el helicóptero trasladara al herido hasta el vehículo y así reducir tiempos, gastos y esfuerzos. Yo tampoco.