Blanca García Álvarez

De aquí y de allí

Blanca García Álvarez


La España que somos

12/10/2024

Me gusta pensar que me están llevando debajo del brazo durante el desfile, que les espero en la encimera de casa con unos churros mientras ven los cazas por la tele, o que estén leyendo mientras esperan que esa nieta tardona llegue a la comida familiar. Porque tengo cierta esperanza en que si yo soy parte de su Día del Pilar pueda contagiarles mi tradición particular. Una que me permite mantener el patriotismo el resto del año, alejándome del nacionalismo que tanto daño nos ha hecho a lo largo de nuestra historia. 

Porque hoy me permito recordarme lo bueno y dejar a un lado todo lo que vivo y escucho como periodista y ciudadana el resto del curso: hoy ni traidores, ni federales, ni autonómicos, ni centralistas, ni republicanos, ni monárquicos. Españoles.

Porque llevamos más de treinta años siendo los líderes en donación de órganos del mundo, somos vanguardia en la producción de energías eólicas y las sartenes de medio planeta se encienden con el aceite español (primer productor mundial). Porque nuestros vinos sorprenden a la humanidad, y nuestra pintura, arquitectura, música y baile han hecho a tantos soñar. Que Picasso, Dalí o Gaudí son nombres ya universales y el mundo ha parado un instante esta semana cuando Rafael Nadal anunció su retirada. Los cines repletos en EEUU por Almodóvar para ver una película en una lengua tan rica que sirve hacer realidad las ideas de más de 580 millones de personas. Que tenemos tanto, tan bueno, que no sé cómo se nos olvida.

Por eso hoy intento traerlo a mi memoria, porque el resto del año ya volveremos a ser el país líder en paro joven de la Unión, nuestros jóvenes seguirán sin habitación para este curso, y los médicos estarán sobrepasados por el colapso del sistema. Pero me resulta muy complicado ser capaz de encontrar una razón para seguir remando por nuestro futuro si no somos capaces de entender nuestra solidaridad, nuestro talento y nuestra materia prima. No es la búsqueda de retornar a un Imperio ni de dejar de ver lo malo. Tampoco de echarnos flores y vivir en una burbuja inmobiliaria de nacionalismo, sino de tener un sustento para seguir remando por el mañana común.