Futbolera como soy, en ocasiones me duele el fútbol. Me duele esa etiqueta, a veces merecida, pero con un punto de estigma, de considerar casi bárbaros a sus hinchas, de padres que sacan pecho porque sus niños no juegan al fútbol, como si fuera per se algo diabólico. De interpretar episodios aislados, y tremendamente lamentables, de agresiones o insultos como la norma general. Como si la afición futbolera perdiera siempre en cualquier comparación con otras. Que igual algo de razón hay en colocar este sambenito al deporte rey. Pero prefiero pensar que el fútbol es esto. Una Eurocopa con aficiones de 24 nacionalidades conviviendo en el mismo país sin apenas incidentes. Es más, cordiales y cómplices. El único contexto en el que se permite, sin miradas inquisitorias, presumir de ser español.
Es Lamine y Nico como esperanza, orgullo, espejo para aquellos chavales que crecen discriminados por sus orígenes o color de piel. Puede que haya racismo, más bien racistas, pero en el fútbol el único color que se mira es el de la camiseta.
El fútbol, el deporte en general, nos ha quitado los complejos tantos años arrastrados. Que si en todos los países saben más inglés, que si somos bajitos, ruidosos, que si las catedrales francesas son la leche… Sensación de inferioridad que borraron de un plumazo los campeones del mundo de 2010 y de las Euros de 2008 y 2012. Y los alemanes ya no eran tan fuertes, tan altos ni tan rubios. Percibimos en esta selección cierto aroma de aquella que cambió la historia. Pocas cosas han unido a nuestro país como aquello, por cierto. Quizás sólo un balón sea capaz de ponernos de acuerdo.
Y todo con muchos futbolistas con pinta de tíos normales. Sin ir más lejos, Mikel Merino. Héroe donde marcó su padre. Qué bonito. Hasta De la Fuente es un tío normal que parece que ha tenido que justificarse por ello. Hay quien confunde bonhomía con debilidad. Sin enemistarse con el mundo, con buen talante, sin malas caras, sin malas contestaciones, y hasta sin twitch, aquí estamos. A dos pasos de la gloria, de sentirnos felices al menos un ratito.
Que me perdone Francia, pero yo ya veo a nuestra selección en la final. Espero no tener que tragarme mis palabras, que ya sé cómo es esto, pero me he venido arriba. Quizás me pueda el deseo sobre la razón, pero por lo visto hasta ahora, también ésta me avala. ¿No creen? Una ilusión que hemos encontrado casi contra todo pronóstico.
Por cierto, ayer fue 7 de julio. Mikel Merino nació en Pamplona. Viva San Fermín.