Me decía ayer Félix Madero que cómo se iba a olvidar de nuestra segunda madre, que es la querida radio, y me hizo recordar lo que siempre contaba que solía decirle Del Olmo en Protagonistas. Que «la radio nunca olvida a sus buenos hijos, Felisín». Y tenía razón. Cómo no la iba a tener.
Ayer se celebró el día mundial y entre alharacas de unos y otros, todos nos felicitamos cuando, en realidad, a quien había que felicitar es al del otro lado. A los hijos de verdad. Los escuchantes, que dice Pepa en Radio Nacional. Los que están en sus coches, casas o erasmus, que dijo Pepe Domingo el día que entró a la COPE.
Los fósforos, que acuñó Herrera en Onda Cero, a los que saludar con el buenas noches y saludos cordiales de Supergarcía. Los que la ponen, vaya. Los que la encienden. Los que soportan broncas y sermones desde las tertulias de Ferrari en Hora25, pero disfrutan del calor del aparato.
No descubro nada si digo que lo mejor es lo que no se puede contar. Lo que se sabe en mentideros y redacciones en las que ya no se bebe whisky ni fuma tabaco negro. Las historias de los viejos que ya no están. ¿Qué dirían?, me pregunto a veces, de todo lo que está pasando. Pues que todo bien, bien, très bien, al estilo Tip y Coll, tal vez. Por ahorrar disgustos, más que nada.
En tiempos de más pódcast que botellines y con el tramo local de Burgos al alcance de Madrid en un teléfono, con la radio cambiando, siempre seguirá habiendo alguien cada día, en algún lugar, que cuente esto y lo otro porque lo ha dado la radio. Porque cuando pasa algo, ahí está. Ahí estuvo con música clásica en noviembre del 75 anunciando vacaciones para el personal y el 23F con los transistores echando humo y Rafael Luis Díaz contando que un guardia entraba en el Congreso. Y ahí estuvo al día siguiente, sofocándose aún el golpe, para que toda España escuchara a Ónega decir buenos días, libertad. Un saludo que repitió Madero en el 97, la madrugada que fue liberado Ortega Lara.
No me gusta imaginarme cómo será la radio mañana, aunque creo que atina otro grande, Iñaki, cuando contesta a esa pregunta diciendo que será como sea la sociedad. Porque no cabe duda de se adapta siempre a lo que somos. En cualquier caso, habrá que escucharla. Aunque solo sea por si acaso, como acostumbraba a decir otro enorme del micrófono que se fue jodidamente pronto como Colmenarejo. Viva la radio. La de ayer, la de hoy y la que venga.