Aparecidos tras la Revolución Francesa, cuando los cocineros que habían estado sirviendo en casas nobiliares quedan sin quehacer y buscan encajar su saber en estos nuevos lugares, los restaurantes fueron ocupando espacios urbanos, además de páginas literarias. No eran, no son solo sitios para comer, pero sí, también, sobre todo para eso y, en muchas ocasiones, ha sido inestimable su aportación para «comer bien», según distinción que hacía Brillat Savarin, un tipo conocido por su defensa pública de la pena de muerte en la Asamblea Nacional de la Revolución, pero reconocido gastrónomo y autor de la Fisiología del Gusto, donde afirma que los animales pacen y solo el hombre de espíritu sabe comer.
Seguramente veas como en estas fechas los restaurantes volverán a ser escenario de celebración, de otro año mejor o peor superado, por amigos o grupos de trabajo. Hay el adecuado para cada reunión que se pretenda y la comida siempre excita la comunicación. Si eliges bien, podrás encontrar en ellos aquella comida que siempre azuzó también a la literatura y al cine, que se presentó en sociedad por los Lumière en un Salón de Té y, por tanto, en un espacio relacionado con el placer gastronómico; la comida que inspiró tantas representaciones de bodegones, de interiores y personajes relacionándose con los alimentos; la que, para evolucionar, impulsó la Historia, si sigues la opinión de algunos historiadores que afirman que la conquista de América se debió, en buena parte, a la insatisfacción de paladares españoles porque la búsqueda de especias fue un motivo determinante para que los conquistadores aguantaran una vida tan llena de privaciones. El curry me llevó a esos mundos populosos, de gentes, de olores y de dioses, dice un verso del hermoso poema Las sobras de Arroz frío que escribiera Mercedes Carranza.
Pero quizás el verdadero escenario de celebración en estas fechas puedas encontrarlo en esa atmósfera festiva que envuelve las cocinas de las casas en las fechas señaladas, con esa variedad de utensilios que esos días reaparecen, con olores que has conocido siempre y que te devuelven a la orilla de días felices muy concretos, y que por fin has comprendido que no son repetidos, sino que siguen prolongándose mientras ella coge con delicadeza la manzana, que te inquietaba porque tan recta te parecía sabia, para hacer una compota y tú pelas la naranja que adoras por su perfección redonda que no excluye nada anunciado que explotará en tu boca mezclando sabores de China, árabes y mediterráneos.