El pasado lunes, DB informaba que está previsto para el año 2026 la entrada en funcionamiento de una autopista ferroviaria que, por fin, tiene en cuenta a Burgos. Se trata de dar continuidad a la autopista ferroviaria ya existente entre Valencia y Madrid hacia el norte, pasando por Valladolid, Burgos, Vitoria y en un futuro llegando a Irún. Es la primera infraestructura de estas características que transcurre por nuestra Comunidad Autónoma. Aunque la lectura más sencilla y posiblemente más real sea que la participación en dicha red se debe a que, por la ubicación de nuestra ciudad, era de paso obligado, hemos de recibir la noticia como una oportunidad.
Si leemos las publicaciones del acontecimiento se centran en la capacidad logística de Valladolid y el potencial de desarrollo al albur de esta infraestructura. Pero en realidad debemos contemplar como en esta ocasión Burgos puede aprovechar todo su potencial logístico en base a las infraestructuras propias que ha desarrollado durante años al margen de las tendencias generales o de los intereses autonómicos con un esfuerzo humano y económico sin parangón. La ubicación privilegiada no sólo de la capital sino de toda la provincia, junto con una industria en crecimiento y desarrollo en el conjunto del territorio hace que esta nueva comunicación de Burgos con el Mediterráneo y con la frontera francesa pueda ser una palanca que permita una aceleración en la evolución positiva de nuestra economía.
No debemos olvidar que está pendiente la vertebración ferroviaria prevista del Eje Atlántico que junto con el anuncio de esta semana puede suponer un elemento diferenciador en futuro logístico diseñado que dejaba a Burgos al margen de la red de centros logísticos europeos. Creo que la realidad es muy tozuda y el desarrollo no sólo está vinculado con el dinero que se destina a las iniciativas desde el ámbito público, sino al modelo que se adopta y el camino que se escoge para obtener los resultados.