Puestos a ver alguna botella medio llena en este albañal por el que nos arrastra a diario la actualidad política y delincuencial, hay que reconocer que entre toda la inmundicia siempre se puede aprender alguna lección. Ya sé que es descorazonador, pero al menos tenemos la oportunidad de descubrir algo nuevo sobre los camaleones y la capacidad de unos cuantos políticos de reencarnarse en ellos. Más de uno podría ser el protagonista de La Metamorfosis de Kafka, aunque el camaleón es un bicho más agradable que la cucaracha. Se dice de los camaleones que son famosos por su habilidad de cambiar de color según las circunstancias, lo que le permite esconderse de depredadores que se encuentren cerca o llamar la atención de una hembra, por su lengua rápida y alargada, y por sus ojos, que pueden ser movidos independientemente el uno del otro.
Con semejantes características seguro que todos tenemos algún político camaleónico en la cabeza. Esos que son capaces de adaptarse a cualquier escenario para sobrevivir, aunque suponga renegar de sus principios; perdón, renegar de sus opiniones pasadas, lo de los principios se ha quedado para los libros de historia.
No son los camaleones los animales que más abundan entre la fauna de los partidos. Las ovejas son multitud. Siempre dispuestas a seguir al pastor sin salirse del rebaño. De vez en cuando también nos encontramos con algún oso, pero no por su fiereza, sino por lo de la costumbre de invernar a la espera de que llegue su momento. Son aquellos que no comulgan con la doctrina del líder, pero que tampoco tienen el arrojo suficiente para plantarle cara. Entonces deciden hacer mutis, retirarse durante una temporada a los cuarteles de invierno y esperar a que lleguen otros que compartan su credo.
Es curioso como en las sociedades modernas, se supone que más inconformistas y 'formadas' que las que nos precedieron, cada vez es más férreo el control de las voluntades. Los congresos de los partidos son el mejor ejemplo. Ya no es eso de que el que se mueva no sale en la foto. Ahora se le aniquila civilmente. Eso sí, intentando no dejar huellas, que sea aséptico.