«Fui el próximo presidente de los Estados Unidos». Así se presentaba Al Gore en sus conferencias tras perder unas reñidas elecciones contra George Bush. En el comienzo del curso político, el Ayuntamiento de Burgos presentó un Plan que buscaba retener y atraer talento a la Cabeza de Castilla. También se puede aplicar en este caso el pretérito indefinido para sospechar en lo que va a quedar este proyecto después de ver la capacidad que tiene el equipo de Gobierno para gestionar sus problemas.
Escuchar la palabra Talento en boca de unos responsables políticos generó una ola de esperanza. Muchos 'opinadores' se mostraron confiados en que las diferentes iniciativas que se anunciaron tras el verano iban a concretarse en ideas brillantes. Otros, más avezados en el ecosistema donde habita la fauna política, recuperaron el espíritu de Tomás, el discípulo de Cristo: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos y meto mi dedo en el lugar de los clavos, y meto mi mano en su costado, no creeré». Y no creyeron. Bienaventurados ellos, por su olfato y por mantener 'afilado' el colmillo. Desafortunados todos, por darnos de bruces con la realidad. Esa que nos demuestra que no podemos esperar gran cosa de nuestros gobernantes, ni de los cercanos ni de los de media distancia ni de los que pillan más a desmano.
Los primeros lo han demostrado en las últimas semanas con el despropósito de las no ayudas-ayudas a las oenegés que trabajan con personas nacidas en el extranjero. La pésima gestión de esa crisis por parte de sus principales actores hace sospechar que difícilmente están capacitados para poner en marcha planes ambiciosos que motiven a jóvenes talentosos de otros lares a venir a una ciudad que tiene en su Ayuntamiento semejante percal.
Esa situación ha generado un profundo desasosiego entre muchos ciudadanos, que han asistido atónitos a un vergonzante espectáculo. No se elige a concejales para que dejen en ridículo a sus paisanos. Para eso, lo que se necesita es justo lo contrario al talento que alguno dice buscar.