Arrechante, es un adjetivo para señalar a gentes alegres, simpáticas, desenvueltas, quizá algo parlanchinas. Es uno de esos calificativos que no necesita compañía para subrayar la categoría humana, es uno de esos conceptos totales, que no entiende de géneros, que nos deja una idea completa de la persona. También es una de esas palabras que se perderán porque sus usuarios son cada vez menos. La Academia no ha querido saber nada y solo arrechar como verbo anda por tierras americanas con significados dispares como enfadar o excitar. Los serranos que lean estas líneas saben de qué les hablo, ¿cuántos de sus padres y abuelos sonreían al decir de alguien que era un hombre o una mujer arrechante? Hoy este término ha desaparecido casi por completo de las conversaciones. Como van desapareciendo, en algunos lugares de nuestra geografía física y emocional, las propias conversaciones, se van quedando vacías las plazas y se pierden las excusas para salir de casa. Por eso antes de caer en la melancolía y en el costumbrismo nostálgico es fundamental que busquemos fórmulas para recuperar encuentro, charla y disfrute. Parafraseando a Rajoy, «hay que hacer cosas».
Así que sobre ese principio genérico y movilizador un pequeño grupo de entusiastas del encuentro, el vino y la música hemos decidido llevar a Rabanera del Pinar sonidos que extrañamente se escuchan en tierra de pinares como son el flamenco y el jazz. En directo la excepción es norma. Puestos a convocar en el placer y en la extrañeza hemos convencido a Trinidad Jiménez, la flautista más genial de las que engalanan los escenarios nacionales e internacionales, del Jazzaldía al más reciente de Medinaceli y a su socia en esta aventura, Antonia Jiménez, guitarrista sublime que ha recorrido el mundo con los y las mejores porque es una de ellas. La nómina de grandes se completa con Alejandro Ollero, 'Pollo', un contrabajista que ha surcado casi todos los mares y ha amarrado junto a Simón Gumbo a la guitarra y Jesús Peñaranda al acordeón en los sones del jazz manouche con Frajin Frat.
Porque de esto va el compromiso con la tierra, que lo disfruten los propios y que lo conozcan los de fuera. La generosidad de un tipo como Javier Cancho, los destellos de Teo Sánchez y la disposición del que escribe han dado forma a un encuentro de amigos, paisanos y músicos para el regocijo general y el particular. Y valga este impulso para reconocer la capacidad movilizadora de la música y su necesaria difusión. Abandonada la esperanza de que forme parte de las enseñanzas obligatorias al menos pidamos sensibilidad a nuestros gestores para facilitar su expansión. Son muchos los festivales, cada vez más macros, que se extienden por nuestra geografía, donde los alrededores son más protagonistas que la propia música, donde se ocupan los campos de fútbol y las plazas se quedan vacías, donde solo quienes compran la entrada con antelación tiene derecho de aglomeración y donde las pequeñas formaciones y las músicas minoritarias tienen escasa cabida. Con lo que vamos a montar en Rabanera no es que queramos cambiar el mundo, nos basta con juntar al personal. Ah, a este encuentro lo hemos llamado arrechante, si quieres ser uno de ellos pásate por la plaza de Rabanera el próximo sábado.