Roberto Peral

Habas Contadas

Roberto Peral


Estampitas

06/01/2025

Al final vamos a tener que dar la razón a los antiguos griegos, quienes mantenían que el tiempo es circular, como los ciclos de la naturaleza, y el presente, por tanto, no constituye el resultado del progreso humano, sino más bien el reflejo de fenómenos que vienen repitiéndose recurrentemente. Decimos esto porque la organización ultra Hazte Oír, empeñada en una cruzada para colapsar los tribunales de justicia, ha demandado a los presentadores de televisión David Broncano y LalaChus por un supuesto delito contra los sentimientos religiosos, lo que a muchos nos ha hecho regresar por un momento a 1984, cuando el abogado Juan Riu Izquierdo, colegiado en la levítica Burgos y miembro de la Adoración Nocturna, se querelló contra la compañía teatral Els Joglars, que había representado su obra Teledeum en el Instituto Cardenal López de Mendoza, por entender que en ella se escarnecían los dogmas católicos.

La controversia que enfrenta la libertad de expresión con el respeto a la fe religiosa que a cada cual le parezca oportuno profesar es ya vieja en nuestra democracia, pero concluir en 2025 que mostrar la estampita de una mascota sobre el fondo del Sagrado Corazón en las campanadas de Nochevieja resulta una profanación vejatoria es algo así como equiparar un accidente de bicicleta al hundimiento de una civilización. Y es que el hecho de no compartir cierto tipo de humor, o incluso deplorarlo, no significa necesariamente que seamos víctimas de un delito de odio, sino sencillamente, qué le vamos a hacer, que no nos hace gracia lo que otros estiman como una broma ocurrente, algo que nos ocurre a todos en uno u otro trance.

Lo que acaso Hazte Oír no haya calculado es que todo este embrollo, y el alboroto mediático que ha provocado, puede terminar constituyendo una impagable campaña de marketing para Broncano y sus colaboradores. Ocurrió con el estreno de La vida de Brian, que se convirtió en una de las películas más vistas de los años 80 después de que los sectores ultraconservadores la tacharan de blasfema (hoy es apreciada como una desorejada comedia para todos los públicos) y algunos países vetaran su exhibición. Su distribuidor sueco dio entonces con la tecla: 'Es tan divertida', rezaba su eslogan promocional, 'que la han prohibido en Noruega'.