«Ser judío, es tener una visión intelectual, moral, espiritual; es, sobre todo, negarse a humillar o torturar al otro; es negarse a que el otro, sufra por mi existencia». Así afirmaba George Steiner, uno de los más ilustres pensadores contemporáneos, en una entrevista realizada por la periodista francesa Laure Adler, que salió a la luz en forma de libro titulado Un largo sábado, en el que Steiner pasa revista, con su sabiduría habitual, a las múltiples cuestiones que allí se plantean.
Steiner falleció en 2020, lo que le ha ahorrado ser testigo del nuevo concepto de judaísmo en lo que a defensa de su pueblo se refiere, que no coincide mucho con la tragedia a la que estamos asistiendo en la que el otro, los otros, sí sufren y mueren a consecuencia de las decisiones inhumanas que el Gobierno de Israel está tomando.
Steiner era judío, pero se definía como judío europeo y nunca quiso vivir en Israel; decía ser antinacionalista radical manteniendo el máximo respeto a Israel pero adoptando la condición de apátrida, viviendo en diferentes continentes, escudriñando lenguas y culturas de las que aprendía y se enriquecía siendo este su mayor motivo de orgullo.
Tengo la impresión de que el mundo de hoy se beneficiaría de que hubiera muchos Steiner que nos ilustraran con su erudición, pensadores como él que nos ayudaran con sus enseñanzas a conseguir que nuestro cerebro ensanchara sus márgenes de comprensión, y nos indujera a entender que la raza humana es una, aún en medio de tanta diversidad, la cual es expresión de su riqueza. Pero cuando el pensamiento es pobre, sus consecuencias también.
En ese libro, Steiner habla de Europa afirmando que se ha convertido en un museo, un rico museo con gran tradición e historia a sus espaldas repleto de hermosas ciudades, como reflejo de la riqueza y vigor que tuvo durante siglos, pero que ahora no tiene. Muchos ciudadanos europeos han mostrado recientemente su deseo de volver al pasado en muchos aspectos, el deseo de delimitar el futuro con barreras físicas e intelectuales para defender una identidad fronteriza de origen incierto.
Parafraseando a Celan, miremos al norte del futuro: quizás allí, encontremos un mundo más habitable y seguro.