Empoderamiento, sororidad, lucha por la igualdad, orgullo de diva... Palabras y expresiones como estas han colonizado en los últimos tiempos el vocabulario del día a día, dando visibilidad a algo tan necesario aún como la necesidad de reivindicar el papel que deben tener las mujeres en una sociedad del siglo XXI, equiparable al de los hombres en todo, no sólo sobre el papel. Pero estas cuestiones llevan abriéndose paso desde hace siglos en el sentir popular, poco a poco, como una benefactora gota china que se hace camino hasta ocupar su lugar, como el agua que serena se desplaza por un cauce hasta llenar de vida una tierra de cultivo y hacerla florecer.
Ahora tenemos mujeres adornadas con lentejuelas sobre mayas que se reivindican «valientes, poderosas» comparando su vida con «un jardín lleno de espinas y rosas» (Melody dixit). Pero hoy quiero dar relevancia a las fans de Santa Águeda, que celebran a la patrona de las mujeres. De forma tímida, en medio de una sociedad donde lo femenino se quedaba en casa, un día al año salía a la calle para reivindicarse.
No era sólo una jornada de celebración, era el germen de la actual sororidad. Varias generaciones de burgalesas, de ribereñas, de arandinas lucían este 5 de febrero sus mejores galas, con los trajes regionales, orgullosas de ser mujeres para dar visibilidad a que, el resto del año también era suyo. Sin nuestras madres, abuelas, tatarabuelas... las familias no habrían salido adelante, la posibilidad de estudiar no se habría abierto para las niñas, no tendríamos voz y voto en todos los ámbitos de la sociedad.
Este 5 de febrero celebremos a las pioneras de la igualdad, muchas valientes anónimas que, en días como el de hoy, paseaban orgullosas su divismo con saya y corpiño.