Esther Alonso

Ser o Tener

Esther Alonso


Manolo García

05/02/2025

Siento que estoy madurando (un eufemismo para no reconocer que me hago mayor), porque me encuentro muy cómoda en el silencio. Eso, sin embargo, no le ocurre a la mayoría de los españoles. Según un estudio realizado por la plataforma de idiomas Preply, los nativos de este país no aguantamos más de 6,9 segundos un silencio conversacional. Esa es la media que nuestro cerebro es capaz de aguantar sin decir una tontería que no viene a cuento, un comentario sobre el clima, criticar a un tercero que se encuentra ausente, o todo ello a la vez. 

El silencio siempre ocupa algún verso en la obra de los grandes poetas. Desde Pablo Neruda hasta Walt Whitman, desde Wislawa Szymborska a Garcilaso de la Vega, todos se refieren a él. Desde el me gusta cuando callas porque estás como ausente, del primero; hasta por ti el silencio de la selva umbrosa, del último, evidencian que la poesía está tan llena de silencio, como el silencio de poesía.

Bibliotecas, iglesias y la propia naturaleza han terminado por convertirse en espacios privilegiados, reservas para el silencio, donde el bullicio tecnológico y el ruido social no son bienvenidos. Y es que, en la era del ruido, el silencio es un lujo. Una bendición, que diría mi madre. 

De hecho, si el discurso público fuera más poético y se apagara de vez en cuando, los ciudadanos seríamos capaces de prestar mayor atención a las propuestas y contrapropuestas de las diferentes opciones políticas. Pero, desafortunadamente, la única ocasión que la sociedad puede beneficiarse del silencio político para reflexionar sobre lo que sucede a su alrededor, son las 24 horas antes de las elecciones, un día de silencio frente a cuatro años de ininterrumpidos monólogos.

Aunque si hay entre los españoles quienes odian la quietud y aman escucharse a sí mismos sobre todas las cosas, esos son los expresidentes de gobierno. Da igual el punto cardinal ideológico al que pertenecieran, el caso es volver a hacer ruido con declaraciones que, casi siempre, aportan menos que una conversación de ascensor. Precisamente ellos son, de entre todos los españoles, quienes más caso deberían hacer al sabio Manolo García cuando nos aconseja que si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir