Sobre esta ciudad pesa una maldición: nunca tendrá un festival musical que tire pa'lante. No somos Aranda, Miranda u otras mecas de los conciertos; y ha habido intentos, pero los que no han perecido, renquean. Lo dicho, un hechizo, una maldición. El caso es que en este ecosistema imposible (quizás con la excepción del Zurbarán Rock), surgió hace un par de años una iniciativa que igual es la buena. Se trata del INfestival, un evento que se celebra en los jardines del Hospital Militar (lugar fantástico), lo promueve Párkinson Burgos y otro puñado de entidades sociales y, el año pasado, llevaba a Sidonie o Biznaga en lo alto del cartel (nivel). Asiste (también) público familiar, y este año (con el Drogas, de Barricada, como cabeza) ya ha vendido 2.000 abonos para su edición de junio. Pues resulta que el Ayuntamiento ha reducido su ayuda al evento de los 80.000 euros de 2024 a 20.000.
Todo esto cuando Burgos, se supone, intenta conseguir la capitalidad europea de la cultura de 2031. Y es difícil imaginar algo que encaje más con lo que significa la cultura que este festival: para empezar por quién lo organiza. También por el lugar en el que se desarrolla, un espacio urbano que se convierte en escenario de la vida, donde brotan emociones y se juntan personas para disfrutar cada uno, y todos juntos a la vez, de algo tan íntimo y colectivo como la música. La emoción de la cultura que, al parecer no encaja con el proyecto de capitalidad, o no tanto como para recibir el apoyo con el que contaba anteriormente.
Me he tomado la molestia de visitar la web de la candidatura (igual he sido el único), porque tampoco es que la ciudad se haya empapado del asunto, parece casi que va de tapadillo. El lema es Renacimiento y allí se intenta explicar el proyecto con océanos de letras en lo que parece casi un informe oficial o uno de esos documentos que envías a un organismo para optar a una subvención o algo así. Y, sí, habla de patrimonio, industria, conocimiento y lugares comunes propios del lenguaje del siglo XXI, en un relato de un gris desolador. Pero no se ve ni una pizca de emoción. No hay nada, por así decirlo, sexy, que seduzca, que enamore, que atrape, que deslumbre, que sorprenda, que conmueva como cuando uno, por ejemplo, corea rodeado de muchos un tema que le pone los pelos de punta en un festival. Lo que viene a ser la cultura. ¿Estamos seguros de que queremos ser capital cultural? No es obligatorio, podemos ser otras cosas. Salud y alegría.