Con la llegada del verano y el final de las competiciones deportivas -las que se ven desde el asiento, por supuesto- echo en falta esa emoción que a lo largo del año me proporciona una pequeña huida de la rutina. Además, lo de esta temporada no ha sido normal. El nivel de los equipos burgaleses en sus diferentes disciplinas ha crecido de tal manera que nos falta tiempo para abarcar tantos partidos de interés. Casi históricamente y salvo excepciones, los habitantes de esta ciudad solo hemos podido satisfacer nuestra afición luciendo la bufanda de un Burgos CF en categorías poco ilusionantes. Pero este año, fútbol, baloncesto, balonmano o rugby han luchado por estar en lo más alto con el apoyo de un público completamente entregado. Ha sido impresionante ver al Recoletas Burgos dejarse la piel hasta el último segundo por ser campeón de la División de Honor, al San Pablo y al Tizona demostrar su poderío por las canchas de todo el país, al UBU San Pablo Burgos jugarse el ascenso entre emocionantes prórrogas, o a 'Los hijos del frío' hacer sufrir a sus rivales en el fortín de El Plantío. Y también ha sido desconcertante que después de tanto esfuerzo todo acabara de manera tan cruel.
Para paliar el tedio, estos días España recorre los campos de fútbol alemanes dando alegrías a los aficionados. Aunque, si les digo la verdad, esta selección no me emociona tanto como en otras ocasiones. No puedo olvidar que, además de ser el equipo de todos los españoles, también es el que representa a la Federación y, por extensión, a la Liga de Fútbol Profesional. Entonces me vienen a la mente imágenes como la del seleccionador aplaudiendo a ese presidente corrupto que se daba la mano con 'Geri' mientras ambos hacían caja, los pagos al responsable de los árbitros durante décadas que no van a tener castigo, las imágenes del VAR propiedad de avalistas, las palancas infinitas… Así que si España gana la Eurocopa lo celebraré, pero no tanto como aquella inolvidable noche en la que Nacho alzó al cielo de Londres la decimoquinta.