Héctor Jiménez

Ni confirmo ni desmiento

Héctor Jiménez


Estercolero virtual

28/06/2024

El otro día fue la alcaldesa la que encendió la mecha con un tuit desafortunado llamando al piropeo de las reinas de las fiestas. No estuvo entre sus 500 mejores mensajes, desde luego. Pero podría haber sido cualquier otra cosa: una opinión favorable a los aparcamientos en altura, una reflexión sobre los peatones que cruzan por donde no deben, o una defensa de los ciclistas urbanos, siempre en la diana.

A la jauría que puebla las redes sociales, cada vez con más inquina, oculta tras avatares y nombres falsos, le da lo mismo lo que pongas. En cualquier momento estará dispuesta a saltar sobre tu yugular no para criticarte, sino para herirte, insultarte y humillarte amparados por el anonimato y la cobardía intrínseca a esa forma de actuar.

Echo mucho de menos los primeros tiempos de lo que antes se llamaba Twitter y ahora es una triste 'X'. En los albores de esa nueva forma de comunicación, blanca y bienintencionada, se creó una comunidad virtual bautizada como #TwittBu. Allí se debatía sobre la actualidad local sin sectarismos, compartíamos lo mejor de mucha gente buena y nos desvirtualizábamos en quedadas físicas de verdadera red social. 

En aquellos tiempos (la expresión suena hasta bíblica) el 99% se ponía su foto, su nombre y sus apellidos. Acababa conociéndose en persona, se saludaba al cruzarse por el Espolón o al coincidir en la barra de un bar un viernes por la noche. 

La cosa fue degenerando. Los políticos se dieron cuenta de que podían explotar un nuevo medio de comunicación gratis, y empezaron a contaminarlo con sus mensajes, sin asesores y sin profesionalidad como sigue demostrando el ejemplo reciente de Cristina Ayala. Pero sobre todo llegaron los trols y empezaron a lanzar mierda por las teclas. 

La única vez en mi vida que he sido amenazado por ejercer mi trabajo como periodista fue a través de Twitter, en medio de la gigantesca manipulación social de los disturbios de Gamonal en 2014. Dejé la red del pajarito durante una temporada. Volví, pero nunca he vuelto a confiarme.

Ahora tuiteo básicamente sobre el frío de Burgos, sobre historia o arte y sobre la superioridad deportiva y moral del Real Madrid. Es decir, sobre lo incuestionable. De vez en cuando me pica el niqui y vuelvo a meterme en jardines, aunque procuro hacerlo con traje ignífugo y escafandra. Y sobre todo, con pena por lo que fue. Sin duda, en las redes sociales, cualquier tiempo pasado fue mejor.