No he sucumbido a la tentación de dejar literalmente el título de esta columna en blanco, pero me ha faltado poco. Si lo hubiera hecho, el responsable de Opinión del Diario lo hubiese titulado él mismo, porque en periodismo, como en la mayoría de las actividades profesionales, si alguien no hace su trabajo, otra persona debe hacerlo.
En política no sucede igual. Este mismo periódico titulaba hace unos días La ampliación del Diego de Siloé se pasa un año en blanco sin licitarse las obras, es decir, que el proyecto de mejora de este instituto público de Educación Secundaria y Bachillerato de la zona sur tampoco se llevará a cabo este curso, manteniendo las aulas al límite de su capacidad y a sus alumnos sin los espacios necesarios para sus clases prácticas.
En los años en blanco transcurridos desde que en 2017 se comenzaran a buscar metros cuadrados donde no los había por el incremento del alumnado; desde que en el año 2021 la Consejería de Educación prometiera la construcción de nuevas aulas; desde que en 2022 la propia Consejería anunciara que se levantaría un nuevo edificio al que le asignaba un presupuesto de 11,5 millones de euros y un plazo de ejecución de 18 meses, en el Diego de Siloé sus alumnos han estudiado conforme a dos diferentes leyes educativas, en Castilla y León han gobernado dos presidentes (y varios vicepresidentes), en la comunidad autónoma ha habido alrededor de media docena de consejeros de Educación, en su distrito urbano se han construido miles de viviendas, en el mundo ha habido una pandemia … Todo ello sin que en el Diego de Siloé entrara a trabajar, siquiera, un solo operario de la construcción.
Blanca -como los años que se suceden sin mejorar el centro- me quedo yo cada curso que transcurre condenando a este instituto a una situación que ni merecen sus alumnos ni, mucho menos, sus docentes. Y una vez más, me niego a creer que la promesa incumplida de construir el nuevo edificio se deba a una falta de recursos, sino más bien a una escasez de voluntad o de talento, ese mismo para el que las administraciones se han lanzado a hacer planes a toda prisa para retenerlo en el territorio. Pero cómo vamos a ser capaces de que se quede, si no somos capaces ni de dotarlo de los espacios educativos que necesita.