Los desastres de los últimos días, varios, en casi todos los órdenes, han generado una corriente de opinión muy crítica con la acción de las autoridades hasta el punto de llegar a conclusiones, todas bien alineadas y argumentadas, que terminan con que vivimos en un 'estado fallido'. No todavía. Cierto es que más peligroso que un responsable político incapaz, es un responsable político 'tacticista'. La era de los spin doctors, los de la agitación y propaganda de toda la vida, revestidos de algunas lecturas y convertidos en gurús, ha devenido en un siniestro ejercicio de la cosa pública.
Lo disfrazan de estrategia cuando la realidad es lo más parecido a las 'siete y media' o al juego de la cerilla, aguantar, pedir otra, para pasar la responsabilidad al enemigo político (ya no hay rivales o contrincantes) y después autoproclamarse el más listo de la clase o, incluso, el salvador. El servicio público convertido en cuestión de fe, con sus fanatismos asociados, en tiempos de redes. Estas dinámicas empobrecedoras del ejercicio de la política y que han dejado el debate público como una escombrera se han convertido en nuestro día a día. Cuando se refieren a cosas de Koldo o Errejón se percibe con nitidez, también sus efectos: el personal se afana en acusar o defender, luego aparecen los de los memes y la gran mayoría toca de oído y va ampliando eso que se llama la 'desafección'. La cuestión es que la dana y sus efectos ha puesto a la intemperie todos esos trucos, a sus protagonistas y a sus tramoyistas. La 'máquina del fango' ya no es una elucubración, el fango, por desgracia, ha sido muy real y se ha llevado por delante vidas y haciendas, ha destruido una gran parte del cinturón industrial de Valencia y ha desnudado unos hábitos que carcomen y van a seguir carcomiendo nuestra vida pública. Esto se vio con toda crudeza y toda violencia en la visita de los reyes, el presidente del gobierno y el presidente de la Generalitat a la zona afectada. Se intentó de nuevo lo del ataque de la ultraderecha, enfrente se buscaron avisos y responsabilidades, y seguían por ahí los youtubers, Tiktokers y cantamañanas de todo cuño que nos cuentan la 'verdad' con ellos posando. Esa verdad que mantienen por encima de los hechos y de la realidad, simplemente para insistir en que nos mienten. En medio de todo ese fango vimos a los reyes. Atacados con barro, como los responsables políticos, unos agacharon la cabeza, otros salieron y Felipe VI caminó hacia adelante e incluso departió con quienes por allí andaban.
Es la anatomía de ese instante en el que el Estado decidió no dar marcha atrás, porque el Estado no puede irse, por muchas razones pero la primera porque el estado ha tardado demasiado en llegar. Por eso creo que todavía no estamos en lo del 'estado fallido', pero vamos haciendo méritos. En el relato de la Transición, el 23-F y la intervención de Juan Carlos I fue el discurso de la reafirmación democrática del jefe del Estado. Los que van buscando analogías interpretan que el discurso del 3 de octubre sobre Cataluña fue el de su hijo, pero en estos tiempos que necesitan piel y sensibilidad, prefiero a los monarcas a pie de calle con los ciudadanos… algo que ya no practican los responsables políticos, no sea que el abucheo rompa el relato. Y que a los dos días convocaran a empresarios, seguros, banca y organizaciones no gubernamentales para conocer de primera mano la realidad, aportar ideas y, sobre todo, para defender la necesaria unidad para afrontar esta calamidad. Quizá la unidad sea la de todos con la jefatura del Estado.