El Gobierno ha resucitado a Franco, y eso pocas oportunidades tenía de salir bien. A Dios gracias, el milagro es temporal, aunque vaticino que se nos va a hacer largo. Los actos programados para celebrar lo de los 50 años de España en libertad son lo último de la gresca política. Lo fundamental que esgrimen los indignados con la iniciativa del presidente es que con la muerte del tirano gallego ni llegó la libertad ni se acabó el miedo. Inapelable. Verdad pura. También lo es que la muerte de Paco fue la que acabó dando inicio a una Transición que nos llevó a la democracia de la que hoy disfrutamos. Se escucha igualmente malestar porque se conmemore el fallecimiento de una persona que, se enfatiza, murió en la cama. Sin que le molestara una mosca, vamos. Como si la satisfacción solo tuviera sentido de haberse limpiado el forro a Franco. Pero no, no hizo falta sangre para que se sintiera un enorme alivio aquel 20 de noviembre de 1975, una fecha que, es incuestionable, guarda un gran simbolismo por cuanto representa el inicio del camino hacia la derogación del régimen franquista y su cruel represión.
Lo que vengo a decir es que no hace falta recurrir al perogrullo, y menos a ridículos argumentos, para criticar unos actos que, para empezar, dada su trascendencia, deberían haber sido consensuados, como mínimo, entre los dos grandes partidos, y desde luego no obedecer a ninguna suerte de estrategia electoralista. Cuestiones que sí me parecen más graves y lamentables. Pero sobre el fondo del amplio debate abierto, aun pudiendo discutir si lo acertado es tomar como referencia la muerte de Franco, o las históricas elecciones de 1977 o la aprobación de la Constitución, discutir también si un centenar de actos durante todo un año pueden hacerse bola, y debatir incluso si merece la pena un solo acto, lo que creo que no cabe cuestionar es la necesidad que sigue existiendo, y quizás hoy más que nunca, de preservar la buena memoria. Porque no puede ser que todavía haya quienes crean, y hagan creer a muchos de los que vienen, simplezas como que con Franco se vivía mejor. Ahora bien, ¿contribuirá a curar ese preocupante mal una campaña tan mal parida? Lo veo crudo.