Me está costando cuadrar en la agenda de este agosto los múltiples eventos culturales que se organizan en numerosos municipios de la provincia. Aún planteándome no acudir a nada que esté a más de una hora conduciendo, por muy especial que sea, no doy abasto. Hay que reconocer que los programas de las asociaciones y colectivos rurales son cada vez más ambiciosos, atractivos e interesantes; aunque siguen dependiendo en gran parte de ayudas y subvenciones y este año parece que las de la Diputación Provincial, principal financiadora, no han llegado para todos y han dejado temblando a los promotores de los eventos ya muy consolidados y por lo tanto merecedores de continuar.
Mientras se busca una solución presupuestaria urgente y de futuro, quizás habría que ir pensando también en una desestacionalización de las propuestas culturales.
Es muy tentador el verano porque la población se duplica o triplica y la climatología es más amable que el resto del año, pero es una pena que los residentes en el medio rural no tengan opciones en épocas más tranquilas.
Esa población que mantiene los pueblos vivos va disminuyendo cada año. Por ello, y sin dejar de reconocer que la cultura es muy importante, a lo mejor se deberían dedicar los mismos o mayores esfuerzos y financiación a acciones u objetivos centrados en mantener o atraer población. O apoyar sin reservas a los grupos y asociaciones que ya están actuando y trabajando en ello.
Ignorarles, retirarles líneas de ayudas, hacerles la competencia con proyectos parecidos, destinar recursos a contratar de forma temporal agentes para hacer lo mismo que ellos hacen con sus siempre ajustadas plantillas... es egoísta, poco inteligente y no tiene sentido.
Agosto se irá y con él ese espejismo de pueblos llenos de vida; nos quedan 11 meses para compensarlo.