Los científicos e investigadores que trabajamos en los Estados Unidos estamos en un estado de incertidumbre y desconcierto desde que Donald Trump llegó a la presidencia el pasado mes de enero. Yo, como otros muchos científicos de todo el mundo, vine a los Estados Unidos porque este país siempre había ofrecido más oportunidades y recursos a los que trabajamos en investigación. De hecho, una de las razones por la que Estados Unidos se ha convertido en uno de los países más ricos ha sido su apuesta por la ciencia como un motor de innovación y descubrimiento en áreas tan diversas como las de ingeniería y computación, agricultura, salud y bienestar. Pero ahora no está tan claro si esta apuesta va a continuar.
A lo largo de la historia de este país, la ciencia siempre había sido respetada y apoyada, independientemente del partido que estuviera gobernando, lo cual permitió el descubrimiento de mecanismos biológicos fundamentales que han dado lugar al desarrollo de nuevas terapias y prevenciones en el área de salud, tanto en cáncer, como en trasplantes, enfermedades cardiovasculares, crónicas e infecciones. Estas nuevas terapias han salvado y extendido la vida a muchas personas, pero aún queda mucho por descubrir para seguir avanzando en nuestra lucha contra las enfermedades.
Sin embargo, las nuevas directrices establecidas por el presidente de los Estados Unidos pueden hacer muy difícil el continuar investigando en este país. Por un lado, se ha disminuido dramáticamente el dinero destinado al apoyo de las instituciones científicas, tanto federales como académicas. Eso supone que hay estudios que se van a parar por falta de financiación y que muchos proyectos científicos de relevancia no se van a poder conceder. No sólo va a ser difícil contratar nuevos investigadores, sino que bastantes investigadores van a perder su empleo por falta de medios y recursos para mantener sus puestos de trabajo, incluyendo tanto científicos ya establecidos como aquellos que acaban de comenzar.
Por otro lado, el nuevo gobierno ha escogido líderes nuevos para dirigir el Ministerio de Salud y las instituciones federales que se encargan de combatir las enfermedades infecciosas. Estos líderes, anteriormente a ser elegidos para estos puestos, estuvieron fomentando teorías conspiranoicas infundadas sobre los efectos adversos de las vacunas, sobre la causa real de las enfermedades infecciosas y sobre las virtudes de una sólida formación académica. Es posible entonces que usen sus nuevos cargos para continuar desprestigiando los beneficios de la vacunación, contribuyendo a que más gente no se vacune, lo cual daría lugar a un aumento de enfermedades infecciosas que pueden ser mortales, pero que son prevenibles por vacunación, como son el sarampión o la tos ferina.
Las órdenes del presidente de reducir el dinero destinado a las universidades y a otras instituciones científicas han sido temporalmente paradas por jueces que cuestionan la legalidad de estas órdenes. Pero ahora mismo no se sabe cuál va a ser el desenlace de estas luchas en los tribunales, y cuál va a ser el futuro de la ciencia en Estados Unidos, al menos durante el tiempo que dure esta presidencia. Para complicar las cosas, todo esto está ocurriendo en un momento en que el riesgo de una pandemia de gripe aviar se ha incrementado debido al aumento de infecciones en personas y animales por estos virus en los últimos meses.
Yo espero que al final la razón termine por prevalecer y que muchas de las acciones que se han tomado sean modificadas por el gobierno, de tal manera que la investigación no se pare en este país. De otro modo, nos esperan años duros para los científicos que como yo trabajan en los Estados Unidos, y el papel puntero que este país siempre había tenido en investigación y desarrollo de nuevas tecnologías y avances en salud se perderá.