David Hortigüela

Tribuna Universitaria

David Hortigüela


La verdadera innovación educativa

22/05/2024

En la actualidad, en la mayor parte de los ámbitos vitales, existe (nos imponen) un ritmo frenético de actuación, fundamentado en la inmediatez, el consumismo irreflexivo, la utilización rápida del recurso para posteriormente desecharlo… algo, que en determinadas ocasiones (más de las deseadas), nos lleva, subliminalmente a infravalorar lo que se hacía antes, aunque nos diera buenos resultados. Esto, en el contexto educativo, se magnifica cada vez más, fomentando el uso de infinidad de nuevas metodologías, recursos o apps, que en cuestión de meses ya han quedado obsoletas ante la aparición de unas nuevas. 

Aquí suele aparecer el manido y malinterpretado concepto de innovación educativa, haciendo creer que, cuanto más novedosos sean los recursos que se utilicen, más se estará innovando, y, como consecuencia, mejor será el docente y más aprenderán sus estudiantes. En este sentido, hay que tener presente que la innovación educativa ha de ir mucho más allá de la mera novedad, partiendo del principio básico de que si no mejora y transforma el contexto en el que se aplique no debería de ser considerada como tal. Sin duda, la metodología más idónea es la que mejor se adapte a las características del alumnado y a aquello que se pretender enseñar. Detrás de esta sesgada 'innovación educativa' se encuentra en muchos casos el marketing y la mercantilización promulgada por grandes empresas tecnológicas, más preocupadas por seguir enriqueciéndose con la venta sus productos que porque el alumnado aprenda. Ante este bombardeo e intromisión, que atenta contra las premisas más básicas de cualquier sistema educativo mínimamente comprometido, es necesario reflexionar profundamente. 

Por ello, no debemos dejar de reivindicar con firmeza y ahínco el primer pilar sobre el que se tiene que construir cualquier innovación en el aula, que es en garantizar, por parte de la administración educativa, los recursos mínimos, tanto materiales como personales. Por ejemplo, es inviable innovar con éxito con una ratio de estudiantes por aula tan elevada o con una burocracia cada vez mayor y más agobiante y desesperante para el profesorado. Además de esto, a nivel pedagógico, una adecuada innovación educativa debería partir específicamente del análisis del contexto y de las características del alumnado, así como de una clara delimitación de los objetivos de aprendizaje. Otro aspecto esencial es permitir al estudiante implicarse en la evaluación, garantizando la transparencia de la misma. Esto conllevará a lo más importante, que es que el estudiante puede tomar sus propias decisiones en el proceso de enseñanza, fomentando tanto su autonomía como su reflexión crítica. Del mismo modo, la socialización y el trabajo en grupo, a través de la inclusión y la equidad es fundamental, fomentando la transferibilidad, significatividad y perdurabilidad de los aprendizajes adquiridos.

Por lo tanto, quizás, si pretendemos llevar a cabo procesos de innovación educativa que favorezcan el aprendizaje de nuestro alumnado, deberíamos dejar a un lado tanta parafernalia y pirotecnia metodológica, para rescatar los elementos esenciales que dan el verdadero sentido a una enseñanza calidad.