Martín García Barbadillo

Jueves sí, jueves no

Martín García Barbadillo


Santillaland. Capítulo 2

15/07/2024

En el Santillaland, que el sábado cumplió su segunda edición, tienen un fijo intocable en el cartel: ese cielazo de tarde de verano castellano. En una transición casi imperceptible, pero imparable, se pasa del azul infinito a todos los tonos de naranja hasta que, al final, la media luna cuelga suspendida como de un hilo. Un espectáculo grandioso que acompaña al que sucede en la plaza, y alrededores, de Santillán del Agua, al lado del Lerma, en el rumor del Arlanza, en un pueblo que es todo lo pequeño que se puede ser.

Y lo que sucedió fue una fiesta popular, intergeneracional, de pueblo, moderna, reivindicativa, todo a la vez, un quilombo bien divertido. Como es sabido, la iniciativa surgió el año pasado para poner el foco en las carencias del mundo rural, concretamente en la conectividad, la fibra óptica... Y lo hicieron muy bien: se organizaron conciertos y una especie de performance que es el Campeonato Internacional de Lanzamiento de Router, para meter el dedo en el ojo de las mencionadas deficiencias y que consiste en que 'celebridades' arrojan uno de esos aparatejos lo más lejos posible. Y en esta edición fue lo mismo, pero aún mejor. Se vivió un nuevo récord del mundo de lanzamiento (35,1 metros) por parte del atleta olímpico Pablo Sánchez, desbancando a Albano Martínez. Aunque el verdadero mérito del concurso es del público que consigue esquivar el impacto de estos pepinazos voladores. Y en la plaza, fiestonazo. Calentaron Gorila Flo, seguidos de Jack Knife, grupo madrileño de sonido limpio que acabó su bolo con una emocionante versión de Don´t look back in anger de Oasis. 

Y, después, el pelotazo de la noche: Sexy Zebras, unas rock stars, tres tipos agradecidos de que les hubiesen regalado unos tomates de la huerta y que saben de qué va la cosa: de emoción. Guitarra, bajo y batería; ruido, estribillos para gritar, intensidad, baile y meneo. Y vaya si hubo meneo, que se lo pregunten a las cuadrillas de fans (pero muy fans) que estuvieron bien arriba dándolo todo. Un show grande de verdad, un fiestonazo, un pedazo de evento, que ya quisieran en la capital y que, consigue hacer realidad el juego de palabras lema de Santillaland: Un festival para tocar la fibra. Ojalá el año que viene, más. Salud y alegría.