Son días en los que cada amanecer viene con su susto, en el que en un hotel de lujo en Arabia Saudí se negocia cómo vestir de paz una siniestra trapisonda, cuando hay quien quiere construir casinos con sangre y escombros y los amigos que nos hicimos tras la II Guerra Mundial nos desprecian en chats privados y en comparecencias públicas, lo más suave que dicen es que nos apañemos por nuestra cuenta. En estos días inciertos, Europa proclama que hay que comprar bombas y hasta preparar cada cual su mochila con navaja, linterna, latas y transistor. Cuando algunos países han vuelto a la mili y sienten la desfachatez de Putin silbando en su frontera Europa habla de rearme. Más allá de las exquisiteces dialécticas hacen falta tanques, bombas, drones, también herramientas para luchar contra las guerras híbridas, el terrorismo, los caballitos de Troya que cada día cabalgan las redes y hasta las calles, hace falta presupuesto y hace falta que nos pongamos todos a una, que coordinemos industrias y planes y vayamos aparcando patriotismos de mirada corta y 'chovinismos' de antaño.
Quizá por aquí nos pille todo esto muy lejos, pero a nuestros socios del este de Europa les encoje cuerpo y alma y piden estar preparados para todo, euro digital incluido (ese nuevo mantra de los conspiratoris). Así que tendremos que ir comprendiendo y colaborando activamente con los que quieren más defensa y hablan de rearme porque hablar de ello y de lo que cuesta, mucho, tiene un componente disuasorio en sí mismo. Cuando la Guerra Fría, los combates entre Estados Unidos y la Unión Soviética eran de cantidad de arsenales dispuestos y alguna escaramuza sobre el terreno. Decir que tienes pistola siempre ayuda para evitar el asalto.
Pero también hace falta un rearme moral, sentir que lo que hay que defender, la Unión Europea, es un espacio de paz, prosperidad y libertad por el que merece la pena hacer el esfuerzo. Entiendo que morir por Europa queda todavía muy lejos para el marco mental en el que habría que desarrollar una guerra, pero habrá que ir construyendo ese relato, porque el contrario es que nos vayamos quedando cada cual mirando su ombligo, solos, vulnerables y a tiro. En esto de 'lo moral' y más allá de creencias también estaría bien que no nos matáramos en casa por dar cobijo, educación y alimento a unos menores que han llegado solos a España. Solo pensar en nuestros hijos, nietos, vecinos, hermanos… sería suficiente para no hacer caso político de esto por mucho que aprieten por la derecha pirómana.
Y de paso completemos con un rearme intelectual. Que no pasa por atiborrarse a lecturas, que ojalá, tampoco por aportar nuestro granito de arena a la historia universal de la filosofía, que no cabemos todos. Bastaría con un poco de comprensión lectora e identificación de trucos y trampas de esos mensajes a los que se da categoría de verdad revelada para destruir al contrario. Por nuestros teléfonos de patente americana o china circulan cápsulas de odio que merecen ser reposadas y destruidas… desde luego no compartidas.